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Entrevista a Jorge Viñes Roig, autor del libro La aventura de la conciencia

«Un día, saliendo de mi casa, descubrí que estaba rodeado de mí mismo por todas partes. Yo no había hecho nada especial ni había tenido ninguna intención en particular. Simplemente, salí de mi casa y, de pronto, todo era mí mismo, todo estaba en mí mismo. Yo me habitaba a mí mismo y me encontraba en todo cuanto percibía.»

Has tenido la gracia de vislumbrar lo eterno. ¿Podrías compartir alguna experiencia concreta que ilustre este vislumbre?

Sí, sucedió en enero de 1994. Me hallaba en México meditando cuando, súbitamente, me encontré inmerso en un maravilloso estado de unidad con toda la existencia.

Me descubrí reencontrado en el centro del Universo, embargado por una bienaventuranza indescriptible, rodeado de estrellas y galaxias en medio de un espacio infinito que estaba, todo él, aquí y ahora. Yo era una ilimitada conciencia que lo contenía todo y a la vez no era nada, puro vacío.

Esa vivencia transformó todo mi mundo, al grado de que necesité retirarme en soledad durante cinco años para poder integrarla en mi vida. Mi mente precisó de todo ese tiempo para poder reestructurarse y empezar a asimilar el impacto de lo que había vivido.

¿Tan impactante fue esa vivencia?

Nada de lo que había vivido o leído hasta ese momento me había preparado para algo así. Esa vivencia no encajaba en absoluto con mi mundo de creencias.

Durante mucho tiempo creí que había sufrido una alucinación. A pesar de que conocía tradiciones orientales que hablaban de la iluminación y de experiencias cumbre —como el budismo zen, donde las denominan satoris o kenshos—, estas escuelas de conocimiento no las describen con mucha precisión y, por tanto, no alcanzaba a identificarlas con lo que yo había vivido. Fue en el Vedanta Advaita, un tipo de meditación que desarrolla ideas asociadas a la atención y a la conciencia, donde, años después, descubrí explicada con mucha claridad la vivencia de unidad que había vivido años atrás. Ese hallazgo relajó la incertidumbre de mi mente y estableció la base que me permitió empezar a comprender lo que me había sucedido.

En relación a tu primera comprensión, ¿cuáles son algunos de los estados de consciencia más amplios que has experimentado?

Cuando descubrí el Advaita, comencé a asistir a retiros de meditación dentro de esa tradición y volví a vivir estados de consciencia maravillosos y sorprendentes. Descubrí entonces que hay cuatro estados de consciencia más allá del estado usual de la vigilia, cada uno de los cuales es más expandido que el estado precedente. Lo admirable es que estos estados están descritos en textos tradicionales hinduistas desde hace cientos de años, donde son denominados samadhis. En Occidente son casi completamente desconocidos, salvo los estados extáticos propios de la mística cristiana.

«Desde los estados superiores de consciencia se evidencia que la vida transcurre con toda perfección, trayendo en cada momento lo que ha de ser percibido y experimentado. La consecuencia es que uno deja de luchar contra la existencia para, en cambio, fluir con ella.»

¿Cuáles son los cuatro estados de consciencia? ¿Cómo difieren estos del estado habitual de vigilia?

El estado contemplativo, que es el primer estado de consciencia más allá del habitual estado de vigilia, es uno de los estados más accesibles que he vivido y que sigo revisitando a menudo. Consiste en que es posible salir del diálogo interno mental y vivir en silencio en medio del mundo. Cuando el diálogo interno se aquieta, ocurre el milagro de que la existencia sucede establemente en el aquí y el ahora y de que su perceptor deja de ser un ego-personaje para transformarse en un testigo impersonal que contempla asombrado el discurrir de la vida. Los despiertos que habitan en este estado lo describen como vivir en el silencio o en la quietud mental. Hay muchos meditadores que han experimentado este estado, aunque no es tan usual residir establemente en él en medio del mundo cotidiano.

Otro de los estados maravillosos que he vivido es el denominado como no-dual. En este estado uno se reconoce como no-diferente de todo cuanto existe. Es como despertarse en medio de un sueño lúcido y reconocer entonces que todo cuanto se percibe está dentro de la conciencia que uno es. En este estado no hay ajenidad ni sensación de diferenciación con nada ni nadie. Todo es Sí Mismo.

El tercer estado es el llamado éxtasis, propio de los místicos de todo tiempo y religión, el cual se caracteriza porque el corazón se expande hasta abrazarlo e incluirlo todo en un éxtasis de amor y plenitud inefables. Es este, en verdad, un estado inmensamente dichoso.

Finalmente, el cuarto estado es el supremo o absoluto que he descrito más arriba y en el cual sucede la infinita gracia de despertarse a ser Todo cuanto Es. Eso es lo que todos y cada uno en verdad somos, aunque momentáneamente no seamos capaces de verlo.

Comentas que el salto a un estado de consciencia superior no puede ser forzado.

En efecto. El personaje que uno cree ser no puede forzar el despertar a un estado superior, dado que ese personaje es ilusorio. De hecho, despertar implica que desaparece la identificación con ese personaje soñado, dado que ahora reaparece el Ser Real.

El personaje ilusorio no puede ni provocar ni impedir el despertar. Es el Ser Real quien despierta, y ello ocurre justo en su momento, un momento que ya está programado desde el mismo momento del nacimiento del individuo.

¿Puedes describir algún momento en tu vida donde experimentaste un salto espontáneo?

El salto a un estado de consciencia superior es siempre espontáneo. No puede ser de otra manera, dado que quien despierta no es el personaje soñado, sino el soñador que lo sueña.

Por ejemplo, un día, saliendo de mi casa, descubrí que estaba rodeado de mí mismo por todas partes. Yo no había hecho nada especial ni había tenido ninguna intención en particular. Simplemente, salí de mi casa y, de pronto, todo era mí mismo, todo estaba en mí mismo. Yo me habitaba a mí mismo y me encontraba en todo cuanto percibía.

La sensación que tenía era que mi consciencia, hasta entonces limitada a un individuo que percibía el mundo exterior como algo diferente de sí, dio un salto para convertirse en la conciencia misma. No era ya mi consciencia, sino la conciencia en sí. De este modo, todo cuanto se percibía estaba “dentro” de la conciencia que yo era.

Ese salto fue absolutamente espontáneo. Sucedió por sí mismo. Y la sensación era la de estar súbitamente despierto en medio de mi sueño. Yo era a la vez el soñador y el soñado. No había nadie más. No había otro. Esto es la no-dualidad.

Comparas la experiencia de despertar con despertarse de un sueño. ¿Cómo aplicas esta analogía en la práctica de la meditación y el autoconocimiento?

Cada estado de consciencia está delimitado por un velo que impide ver lo que hay más allá de él. Por ejemplo, cuando estamos soñando tenemos un doble velo: por un lado, velamos la conexión con nuestro cuerpo físico y ya no lo sentimos; y, por otro, velamos la conexión con nuestra memoria y ya no recordamos que estamos durmiendo en la cama ni quiénes somos en la vida cotidiana.

Ese doble velo nubla la realidad vigílica y, a la vez, posibilita que vivamos nuestra experiencia onírica como si ella fuera la única realidad, dado que en ese momento no podemos comparar nuestra realidad soñada con la realidad de la vigilia; sencillamente, porque no la percibimos. Pero la aparente realidad del sueño desaparece tan pronto recuperamos la memoria, ya sea toda o en parte, como ocurre, por ejemplo, cuando nos sobreviene un sueño lúcido, o bien cuando se levanta el velo que nos mantiene desconectados del cuerpo. En ese instante desaparecen tanto el sueño como el personaje soñado y, a cambio, nos reencontramos sorpresivamente en la cama, recuperando entonces nuestra personalidad cotidiana.

Saltar a un estado superior de consciencia es algo muy parecido a eso. Por ejemplo, cuando se levanta el velo que hasta entonces nos mantenía en la ilusión de ser un ego-personaje, nos reencontramos siendo la conciencia testigo que somos realmente; o cuando se levanta el velo que nos mantiene en la ilusión de estar separados del resto de la existencia, nos reconocemos no-diferentes de todo cuanto existe.

Despertar consiste en este desvelamiento. Cuando el velo ilusorio se desvanece, despiertas al estado superior.

¿Podrías explicar cómo una especie de programación previa, similar a un despertador, puede facilitar el despertar de la consciencia en la vida cotidiana?

El despertar espiritual sucede del mismo modo en que uno se despierta cada día después de dormir. Nos despertamos todos los días, ya sea porque hemos colocado un despertador, ya sea porque nos despierta algún suceso externo al sueño, ya sea a través de una programación que el durmiente se ha autoimpuesto. Lo relevante es que lo que nos despierta está siempre “fuera” del sueño.

Con el despertar espiritual sucede lo mismo. Es el Ser Real que somos el que programa el despertar. Puede ser a través de un acontecimiento impactante, una crisis o, simplemente, porque el momento ha llegado y el despertar sucede por sí mismo.

Sea como fuere, ese despertar a la lucidez en medio de la vida cotidiana ya está incluido en el programa establecido por nuestro Ser Real desde el mismo momento del nacimiento, y debido a ello es posible preverlo.

¿Existen prácticas o condiciones que pueden favorecer el despertar, o en nuestras manos no hay absolutamente nada que hacer?

No hay nada que pueda hacer el personaje soñado para provocar el despertar, y tampoco para evitarlo, pues ese personaje es solo una ilusión. Ese personaje no existe en realidad, de modo que no tiene capacidad de elección. Es el Ser Real quien despierta, y lo hace en el momento en que él mismo ha programado despertar.

El despertar ocurre por otra vía. Lo que sucede es que, en un momento dado, uno siente un impulso o le  embarga un anhelo, y entonces le brota la decisión de practicar meditación, acudir a una conferencia espiritual o leer un texto trascendente, como por ejemplo leer en este instante este texto.

Si el lector se detiene un instante aquí, podrá comprobar que él no ha hecho el impulso a leer este texto. Ello  ha sucedido. El texto estaba ahí, algo indujo al lector a leerlo, y entonces la lectura está sucediendo y, tal vez, esté amaneciendo una comprensión o un descubrimiento en él. Esta comprensión es un comienzo de despertar. Pero todo ello es resultado de la voluntad de nuestro Ser Real. Él es quien induce nuestras acciones. Por ejemplo, esta lectura.

Por otra parte, es posible anticipar en qué momentos van a ocurrir estos impulsos que conducen al despertar. Se pueden prever gracias a que la existencia está perfectamente ordenada. Es decir, no existen ni el azar ni la casualidad, sino que hay un orden universal que se despliega en la existencia. Es posible percibir ese orden mediante la intuición o también a través de ciencias como la astrología, la cual estudia los ciclos cósmicos y, gracias a ese conocimiento, es capaz de anticipar los momentos en que, con mayor probabilidad, ocurrirán los acontecimientos programados que van a producir un despertar.

Hablas de que todo es perfecto tal cual es. ¿Cómo has integrado esta comprensión en tu vida diaria y en la gestión de desafíos personales?

Desde los estados superiores de consciencia se evidencia que la vida transcurre con toda perfección, trayendo en cada momento lo que ha de ser percibido y experimentado. La consecuencia es que uno deja de luchar contra la existencia para, en cambio, fluir con ella.

Esto no quiere decir que todo lo que acontezca en ese estado superior vaya a ser placentero. Nada de eso. Pero lo que sí sucede es que la vida del contemplador deja de estar dirigida por el deseo para, en cambio, abrirse plenamente a la existencia aceptando lo que ella le brinda, tanto si es placentero como si es doloroso.

La vida se llena así de sentido y entonces, aunque haya dolor, desaparece el sufrimiento.

¿Cómo ha cambiado tu percepción de los eventos y circunstancias de tu vida tras comprender que todo está lleno de sentido?

Cuando uno habita en el silencio mental y en la contemplación, se ve con toda evidencia que la vida transcurre exactamente como tiene que transcurrir. No hay nada ni nadie trazando adversidades gratuitas o dolores inútiles. Se ve que todo es perfecto en la existencia y que el dolor o la adversidad que acontecen están llenos de amor, de plenitud y de sentido.

El dolor es conciencia. No hay conciencia sin dolor. Todo cuanto sucede forma parte de un plan perfecto que se va desplegando ante la mirada asombrada del contemplador. Ese plan está siendo desarrollado según el designio del Ser Real que soy. No hay nadie más.

En consecuencia, el contemplador vive con entrega y aceptación lo que la vida trae. No lo hace por fe o sumisión a un poder superior ajeno, sino desde la evidencia de que Yo Soy quien guía mis vivencias y mis pasos desde el plano superior. Por tanto, vivo lo que sé que yo mismo he dispuesto vivir, sabiendo que ello me acerca a la plenitud y la dicha inmensa del Ser que Soy.

«Lo que ahora se vive es lo que ahora ha de ser vivido. Si ello es estancamiento, eso es lo que corresponde vivir. En su momento llegará el paso siguiente que haya de llegar. Pero no corresponde al pequeño yo dirigir los pasos por el infinito.»

En el libro, mencionas que hay un plan sabio y perfecto. ¿Cómo esta comprensión ha influido en tu actitud hacia las adversidades?

Les sugeriría lo mismo que me brindo a mí mismo: paciencia y confianza en la sabiduría de la existencia. Todo llega en su momento y todo es siempre lo adecuado. Lo que ahora se vive es lo que ahora ha de ser vivido. Si ello es estancamiento, eso es lo que corresponde vivir. En su momento llegará el paso siguiente que haya de llegar. Pero no corresponde al pequeño yo dirigir los pasos por el infinito. Es el Espíritu el que gobierna el timón de la existencia y, por tanto, es de sabio encomendarse a lo que Él disponga, en la certeza de que es lo perfecto para nosotros, pues no hay ni fallo ni error.

Detrás de las nubes siempre brilla el Sol. Detrás de la noche oscura del alma siempre pervive nuestro Espíritu.

«Nuestra vida, todas las vidas, están llenas de sentido, dirección y propósito, aunque no siempre nos resulte evidente.»

Finalmente, ¿qué te gustaría que los lectores sientan o experimenten después de leer La aventura de la conciencia?

Me gustaría que descubrieran que ya no están extraviados en medio de la vida y que se sintieran liberados del sufrimiento. Eso es lo que he tratado especialmente de transmitir.

En el texto aporto un mapa de los estados de consciencia que Occidente no ha sabido estudiar hasta ahora, así como un catalejo con el cual escudriñarlos. Ambos son unos instrumentos todavía imperfectos, pero al menos permiten divisar la grandeza que nos rodea y las inmensas e ilimitadas posibilidades de plenitud que absolutamente todos y cada uno tenemos.

Además, aporto maneras de desmontar nuestras creencias limitantes, con el fin de facilitar la apertura mental para que suceda el salto a un estado de consciencia superior o, al menos, para poder vislumbrarlo.

En cualquier caso, en el texto trato de mostrar los modos en que podemos ver o, al menos, atisbar que realmente hay algo sabio que nos está guiando, y que nuestra vida, todas las vidas, están llenas de sentido, dirección y propósito, aunque no siempre nos resulte evidente.

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