Entrevista a Dhiravamsa
«El futuro no existe. Vive plenamente en un presente infinito y aliméntate de alegría»
Una entrevista de David Barba
No es muy habitual que un antiguo monje budista atesore los profundos conocimientos del dharma junto a las eficaces herramientas de la terapia occidental. Con su integración de las filosofías de Oriente y la psicología de Occidente, Dhiravamsa se ha convertido en uno de los más apreciados maestros de meditación de nuestro tiempo. Nacido en una remota aldea rural de Tailandia, licenciado en estudios budistas y religión comparada y profesor de psicología educativa, Dhiravamsa dejó los hábitos después de 23 años en un monasterio para dedicarse a difundir por el mundo lo que él mismo define como trabajo psicoespiritual: una particular mezcla de terapia y meditación. Ahora regresa a las librerías con Iluminarse en lo que dura un desayuno, que trata de acercar las palabras originales del Buda en los Sutras a los lectores occidentales: simples, precisas y directas, esas palabras le sirven a Dhiravamsa para seguir ayudando a que miles de personas en todo el mundo inicien su proceso de transformación.
A día de hoy, ¿qué significa ser un lama en el mundo occidental?
Ser lama significa que te has formado como maestro. En la tradición budista tibetana se necesitan muchos años de estudios y prácticas especiales para ello: hay que cumplir con ciertas cualificaciones para que alguien llegue a ser considerado como lama. Si bien la gente suele estar familiarizada con algunos maestros muy conocidos, como el Dalái Lama, en realidad es una figura poco habitual: no hay en Occidente tantas personas a las que se las pueda llamar lamas en un sentido estricto.
¿Qué recuerda de su infancia en su país natal? ¿Cómo era la sencilla vida de aquel niño junto a su padre, un curandero rural?
Solía cuidar del ganado, en especial a partir de los diez años, cuando una plaga se propagó por la aldea y causó la muerte de muchas personas de nuestra comunidad y de los pueblos cercanos. Yo era el que nunca se enfermaba en mi familia, y por eso sacaba nuestro ganado al campo para que pastara, y lo cuidaba para que no se perdiera ni escapara. Muchos niños de mi edad hacían lo mismo. Por esta razón, todos nos hicimos amigos cercanos y, juntos, compartíamos los alimentos y las dificultades.
Dhiravamsa fue monje durante 23 años. ¿Qué le llevó a tomar los hábitos? ¿Cuándo y por qué decidió dejarlos?
Me hice monje inspirado en la vida tranquila, pacífica y sagrada del templo de nuestra aldea rural. Quería experimentar ese estilo de vida… Cuando me uní a los monjes del templo, aprendí los cantos matutinos y vespertinos escuchándolos cantar hasta que los memoricé. Pero dejé la túnica en 1976… La razón que me llevó a renunciar a la vida monacal fue que, de hecho, me di cuenta de que no hay distinción entre la vida ordinaria y la extraordinaria: estas dos formas de vida son una y la misma en función de cómo las vivas. Además, comprendí, por experiencia propia, que ser monje budista en el mundo occidental, siguiendo todas y cada una de las reglas y disciplinas monásticas, no era difícil, sino inviable. En última instancia, decidí dejar de ser monje y tomar la vida de una persona común por una razón aún más poderosa: quería enseñar el dharma y la meditación a los occidentales de una manera más fácil, directa y adecuada.
¿Qué impresión se llevó en su primera visita a Occidente? ¿Qué sensación le dieron los occidentales y su relación con la espiritualidad?
El mundo occidental materialista y su gente me parecieron muy prósperos y, a la vez, muy infelices en su afán por tratar de satisfacer los placeres sensoriales, carentes de sustancialidad y esencia. Las relaciones de los occidentales con la espiritualidad no parecían ir más allá de las prácticas tradicionales y doctrinales.
¿Podría decirse que fue un impulso redentor lo que le llevó a convertirse en maestro de meditación?
Podemos decir que, sobre todo, me ha movido la abundancia y la riqueza espiritual que he hallado en el dharma. Ha sido mucha la satisfacción y muchos los resultados de la experiencia meditativa. Y, en especial, me mueve una compasión por la gente que sufre, y todo esto me ha llevado a dedicar mi vida a enseñar meditación con seriedad.
La suya es una síntesis excelente entre la psicoterapia occidental y el budismo. ¿Cómo elaboró este cruce entre lo mejor de Oriente y de Occidente?
El camino, para mí, ha consistido en explorar y llegar a entender con bastante claridad cómo funciona la mente occidental; enseñar a los occidentales las meditaciones del Buda, así como asociarme tanto en forma privada como íntima con occidentales a todos los niveles, me ha permitido desarrollar mi trabajo de síntesis con bastante facilidad y resultados muy satisfactorios.
Su trabajo con eneagrama y meditación es muy conocido. ¿Son herramientas compatibles? ¿Cómo trabaja el carácter a través de la meditación?
En efecto, son herramientas muy compatibles. Gracias al trabajo con el eneagrama, uno comprende los patrones de condicionamiento de su carácter, comportamiento, sentimientos y pensamientos, de modo que puede aprender a transformarlos, y puede también liberarse de sus patrones compulsivos de condicionamiento mediante la práctica del vipassana como una forma de meditación altamente eficaz. De este modo, se hace posible un proceso de desacondicionamiento de los rasgos caracteriales en la vida cotidiana.
Así, cuando uno medita liberado por fin del peso de su carácter, puede alcanzar los tesoros de su mundo interior con rapidez. El samadhi o la estabilización de la mente, y el conocimiento interno o la sabiduría pueden crecer, de este modo, mucho más rápido; como resultado, uno se vuelve próspero y abundante en la vida espiritual. Para usar una metáfora, el trabajo con el eneagrama es como arar la tierra, prepararla para la siembra, y la práctica de la meditación es comparable a la lluvia que fertiliza una tierra que ha sido preparada para dar fruto.
¿Realmente es posible «iluminarse en lo que dura un desayuno», como publicita el título de su nuevo libro?
Sí, ¡claro! Al menos, hubo un ejemplo de ello en la época del Buda, cuando un monje llamado Chûlapanthaka, o el Joven del Camino, meditaba bajo la guía del Buda mientras este desayunaba, a muchos kilómetros de allí, con 499 monjes en la mansión de un hombre rico. El monje Chûlapanthaka alcanzó así, a distancia, la iluminación completa, y luego fue invitado a la reunión por el Buda para que diera un sermón, en el que mostró una elocuente fluidez sobre el dharma, como si su voz fuese el rugido de un león.
Hay cinco facultades espirituales que Chûlapanthaka logró madurar e incorporar, a saber: fe, energía, atención plena, samadhi (estabilidad mental) y sabiduría. Las había desarrollado por completo, y le llevaron a la iluminación. Y estas mismas facultades son las que cultivan los practicantes de meditación en su camino hacia el completo despertar.
¿Cuál es la diferencia entre samatha y vipassana, dos de las prácticas de meditación que enseña?
Samatha significa ‘calma mental’, el camino correcto hacia el samadhi; vipassana quiere decir ‘visión clara y penetrante’: el camino de la sabiduría o conocimiento interior abundante y perspicaz. Con la práctica de samatha, que se basa en ânâpânasati, los practicantes lograrán jhânas o absorciones meditativas tanto con forma como sin forma, lo que culminará en la liberación total de la mente a través del sammâsamadhi (la correcta estabilidad mental). Pero con la práctica de vipassana basada en satipatthâna o los cuatro fundamentos de la atención plena, uno logra la sabiduría más elevada, que llamamos nibbedhika-paññâ o profunda visión penetrante: significa el logro de la liberación total a través de la sabiduría. Hay muchos más detalles sobre todo esto, que se pueden hallar en mi libro La Calma y el Insight, publicado por La Liebre de Marzo.
¿Qué más puede decirnos sobre ânâpânasati y sotâpanna?
Ânâpânasati significa, literalmente, ‘atención plena a la respiración’. Es la meditación basada en el cultivo y desarrollo de la atención plena mediante la inhalación y la exhalación como un objeto fijo para que la mente, o citta, se fije o se amarre a ello con el único propósito de alcanzar el samadhi, de donde emerge la sabiduría.
Sotâpanna se refiere a cualquier persona, ya sea monje, monja o laico, que entra en la corriente del nirvana: el Noble Óctuple Sendero que conduce a la realización experiencial de la iluminación. La realización de sotâpanna se logra mediante la práctica de ânâpânasati (la citada atención plena a la respiración) y/o satipatthâna (los cuatro fundamentos de la atención plena, es decir: el cuerpo, las sensaciones, la consciencia y los objetos mentales). El libro que ahora presento, Iluminarse en lo que dura un desayuno, es precisamente un desarrollo de estas ideas.
¿Por qué es importante que los lectores occidentales conozcan los Sutras del Buda de primera mano?
Creo que tanto los lectores occidentales como los orientales deberían conocer el dharma directamente de los discursos o Sutras del Buda. La razón es que las charlas del Buda son simples, directas, coherentes, inconfundibles, e invitan a verse y probarse a uno mismo a través del estudio y la práctica. En cualquier momento en que el Buda habla, lo hace desde su mente de samadhi, de un modo en el que se hace imposible el error, la contradicción o el mensaje conflictivo. Cada palabra que dice es exacta, atemporal, científica… esto es, demostrable para el sabio.
Superados ya los 80 años, ¿siente satisfacción con la vida y el camino espiritual que ha elegido? ¿Siente que es posible aplacar la avidya o sufrimiento en lo que dura una vida humana?
Huelga decir cuánta alegría o satisfacción interior he experimentado durante estos 86 años de vida en el planeta Tierra. Mi realización espiritual va más allá de las palabras: no hay una frase adecuada para describir lo que siento. Ciertamente, el propósito de nacer en la vida humana es el de poner fin al sufrimiento, lo que representa la tarea última que todos los seres humanos tenemos que emprender. Donde no hay sufrimiento prevalece la libertad, la liberación total e inconmensurable. He escrito sobre ello en mi autobiografía, Unión de los opuestos. Sin duda, apaciguar la avidya o avijjâ es cultivar la sabiduría. Gracias al cultivo de la sabiduría, se puede extirpar el sufrimiento desde su raíz.
En pali existe un término similar a avidya: la palabra moha. Se refiere al veneno o engaño del carácter. ¿Puede explicarnos su significado?
Avidya o avijjâ es la palabra para describir la ignorancia, las nubes del desconocimiento. Moha, en cambio, indica una contaminación mental y espiritual que funciona como una hermana de la avidya o avijjâ. El pleno desarrollo de la sabiduría, es decir, la práctica de vipassana, conduce a la cesación de avidya y moha. Donde existe sabiduría, no hay rastro de avidya y moha, al igual que el resplandor de la luz brillante elimina la oscuridad por completo.
¿Puede decirnos qué es, para usted, una vida bien vivida?
En resumen, es vivir una vida manteniendo la atención plena en todo momento. Cuando la atención plena está intacta, el samadhi y la sabiduría se vuelven inseparables. El samadhi es nuestro director de vida. La atención plena es algo así como nuestro gerente o administrador. La sabiduría ejerce como nuestro comandante, el gran jefe de uno mismo. Esta es la mejor manera de vivir una vida en la tierra.
Vivimos en un tiempo incierto. ¿Puede darnos algún consejo para afrontar el futuro?
En realidad, el futuro no existe. Es solo la expansión del presente. Vive plenamente cada momento y haz todo lo que hagas desde el aquí y ahora, en un presente infinito, pleno y abundante. Y, mientras tanto, observa tu vida cotidiana como realmente es. Y aliméntate de alegría.