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Entrevista a Jorge Viñes Roig, autor del libro La aventura de la conciencia

«Un día, saliendo de mi casa, descubrí que estaba rodeado de mí mismo por todas partes. Yo no había hecho nada especial ni había tenido ninguna intención en particular. Simplemente, salí de mi casa y, de pronto, todo era mí mismo, todo estaba en mí mismo. Yo me habitaba a mí mismo y me encontraba en todo cuanto percibía.»

Has tenido la gracia de vislumbrar lo eterno. ¿Podrías compartir alguna experiencia concreta que ilustre este vislumbre?

Sí, sucedió en enero de 1994. Me hallaba en México meditando cuando, súbitamente, me encontré inmerso en un maravilloso estado de unidad con toda la existencia.

Me descubrí reencontrado en el centro del Universo, embargado por una bienaventuranza indescriptible, rodeado de estrellas y galaxias en medio de un espacio infinito que estaba, todo él, aquí y ahora. Yo era una ilimitada conciencia que lo contenía todo y a la vez no era nada, puro vacío.

Esa vivencia transformó todo mi mundo, al grado de que necesité retirarme en soledad durante cinco años para poder integrarla en mi vida. Mi mente precisó de todo ese tiempo para poder reestructurarse y empezar a asimilar el impacto de lo que había vivido.

¿Tan impactante fue esa vivencia?

Nada de lo que había vivido o leído hasta ese momento me había preparado para algo así. Esa vivencia no encajaba en absoluto con mi mundo de creencias.

Durante mucho tiempo creí que había sufrido una alucinación. A pesar de que conocía tradiciones orientales que hablaban de la iluminación y de experiencias cumbre —como el budismo zen, donde las denominan satoris o kenshos—, estas escuelas de conocimiento no las describen con mucha precisión y, por tanto, no alcanzaba a identificarlas con lo que yo había vivido. Fue en el Vedanta Advaita, un tipo de meditación que desarrolla ideas asociadas a la atención y a la conciencia, donde, años después, descubrí explicada con mucha claridad la vivencia de unidad que había vivido años atrás. Ese hallazgo relajó la incertidumbre de mi mente y estableció la base que me permitió empezar a comprender lo que me había sucedido.

En relación a tu primera comprensión, ¿cuáles son algunos de los estados de consciencia más amplios que has experimentado?

Cuando descubrí el Advaita, comencé a asistir a retiros de meditación dentro de esa tradición y volví a vivir estados de consciencia maravillosos y sorprendentes. Descubrí entonces que hay cuatro estados de consciencia más allá del estado usual de la vigilia, cada uno de los cuales es más expandido que el estado precedente. Lo admirable es que estos estados están descritos en textos tradicionales hinduistas desde hace cientos de años, donde son denominados samadhis. En Occidente son casi completamente desconocidos, salvo los estados extáticos propios de la mística cristiana.

«Desde los estados superiores de consciencia se evidencia que la vida transcurre con toda perfección, trayendo en cada momento lo que ha de ser percibido y experimentado. La consecuencia es que uno deja de luchar contra la existencia para, en cambio, fluir con ella.»

¿Cuáles son los cuatro estados de consciencia? ¿Cómo difieren estos del estado habitual de vigilia?

El estado contemplativo, que es el primer estado de consciencia más allá del habitual estado de vigilia, es uno de los estados más accesibles que he vivido y que sigo revisitando a menudo. Consiste en que es posible salir del diálogo interno mental y vivir en silencio en medio del mundo. Cuando el diálogo interno se aquieta, ocurre el milagro de que la existencia sucede establemente en el aquí y el ahora y de que su perceptor deja de ser un ego-personaje para transformarse en un testigo impersonal que contempla asombrado el discurrir de la vida. Los despiertos que habitan en este estado lo describen como vivir en el silencio o en la quietud mental. Hay muchos meditadores que han experimentado este estado, aunque no es tan usual residir establemente en él en medio del mundo cotidiano.

Otro de los estados maravillosos que he vivido es el denominado como no-dual. En este estado uno se reconoce como no-diferente de todo cuanto existe. Es como despertarse en medio de un sueño lúcido y reconocer entonces que todo cuanto se percibe está dentro de la conciencia que uno es. En este estado no hay ajenidad ni sensación de diferenciación con nada ni nadie. Todo es Sí Mismo.

El tercer estado es el llamado éxtasis, propio de los místicos de todo tiempo y religión, el cual se caracteriza porque el corazón se expande hasta abrazarlo e incluirlo todo en un éxtasis de amor y plenitud inefables. Es este, en verdad, un estado inmensamente dichoso.

Finalmente, el cuarto estado es el supremo o absoluto que he descrito más arriba y en el cual sucede la infinita gracia de despertarse a ser Todo cuanto Es. Eso es lo que todos y cada uno en verdad somos, aunque momentáneamente no seamos capaces de verlo.

Comentas que el salto a un estado de consciencia superior no puede ser forzado.

En efecto. El personaje que uno cree ser no puede forzar el despertar a un estado superior, dado que ese personaje es ilusorio. De hecho, despertar implica que desaparece la identificación con ese personaje soñado, dado que ahora reaparece el Ser Real.

El personaje ilusorio no puede ni provocar ni impedir el despertar. Es el Ser Real quien despierta, y ello ocurre justo en su momento, un momento que ya está programado desde el mismo momento del nacimiento del individuo.

¿Puedes describir algún momento en tu vida donde experimentaste un salto espontáneo?

El salto a un estado de consciencia superior es siempre espontáneo. No puede ser de otra manera, dado que quien despierta no es el personaje soñado, sino el soñador que lo sueña.

Por ejemplo, un día, saliendo de mi casa, descubrí que estaba rodeado de mí mismo por todas partes. Yo no había hecho nada especial ni había tenido ninguna intención en particular. Simplemente, salí de mi casa y, de pronto, todo era mí mismo, todo estaba en mí mismo. Yo me habitaba a mí mismo y me encontraba en todo cuanto percibía.

La sensación que tenía era que mi consciencia, hasta entonces limitada a un individuo que percibía el mundo exterior como algo diferente de sí, dio un salto para convertirse en la conciencia misma. No era ya mi consciencia, sino la conciencia en sí. De este modo, todo cuanto se percibía estaba “dentro” de la conciencia que yo era.

Ese salto fue absolutamente espontáneo. Sucedió por sí mismo. Y la sensación era la de estar súbitamente despierto en medio de mi sueño. Yo era a la vez el soñador y el soñado. No había nadie más. No había otro. Esto es la no-dualidad.

Comparas la experiencia de despertar con despertarse de un sueño. ¿Cómo aplicas esta analogía en la práctica de la meditación y el autoconocimiento?

Cada estado de consciencia está delimitado por un velo que impide ver lo que hay más allá de él. Por ejemplo, cuando estamos soñando tenemos un doble velo: por un lado, velamos la conexión con nuestro cuerpo físico y ya no lo sentimos; y, por otro, velamos la conexión con nuestra memoria y ya no recordamos que estamos durmiendo en la cama ni quiénes somos en la vida cotidiana.

Ese doble velo nubla la realidad vigílica y, a la vez, posibilita que vivamos nuestra experiencia onírica como si ella fuera la única realidad, dado que en ese momento no podemos comparar nuestra realidad soñada con la realidad de la vigilia; sencillamente, porque no la percibimos. Pero la aparente realidad del sueño desaparece tan pronto recuperamos la memoria, ya sea toda o en parte, como ocurre, por ejemplo, cuando nos sobreviene un sueño lúcido, o bien cuando se levanta el velo que nos mantiene desconectados del cuerpo. En ese instante desaparecen tanto el sueño como el personaje soñado y, a cambio, nos reencontramos sorpresivamente en la cama, recuperando entonces nuestra personalidad cotidiana.

Saltar a un estado superior de consciencia es algo muy parecido a eso. Por ejemplo, cuando se levanta el velo que hasta entonces nos mantenía en la ilusión de ser un ego-personaje, nos reencontramos siendo la conciencia testigo que somos realmente; o cuando se levanta el velo que nos mantiene en la ilusión de estar separados del resto de la existencia, nos reconocemos no-diferentes de todo cuanto existe.

Despertar consiste en este desvelamiento. Cuando el velo ilusorio se desvanece, despiertas al estado superior.

¿Podrías explicar cómo una especie de programación previa, similar a un despertador, puede facilitar el despertar de la consciencia en la vida cotidiana?

El despertar espiritual sucede del mismo modo en que uno se despierta cada día después de dormir. Nos despertamos todos los días, ya sea porque hemos colocado un despertador, ya sea porque nos despierta algún suceso externo al sueño, ya sea a través de una programación que el durmiente se ha autoimpuesto. Lo relevante es que lo que nos despierta está siempre “fuera” del sueño.

Con el despertar espiritual sucede lo mismo. Es el Ser Real que somos el que programa el despertar. Puede ser a través de un acontecimiento impactante, una crisis o, simplemente, porque el momento ha llegado y el despertar sucede por sí mismo.

Sea como fuere, ese despertar a la lucidez en medio de la vida cotidiana ya está incluido en el programa establecido por nuestro Ser Real desde el mismo momento del nacimiento, y debido a ello es posible preverlo.

¿Existen prácticas o condiciones que pueden favorecer el despertar, o en nuestras manos no hay absolutamente nada que hacer?

No hay nada que pueda hacer el personaje soñado para provocar el despertar, y tampoco para evitarlo, pues ese personaje es solo una ilusión. Ese personaje no existe en realidad, de modo que no tiene capacidad de elección. Es el Ser Real quien despierta, y lo hace en el momento en que él mismo ha programado despertar.

El despertar ocurre por otra vía. Lo que sucede es que, en un momento dado, uno siente un impulso o le  embarga un anhelo, y entonces le brota la decisión de practicar meditación, acudir a una conferencia espiritual o leer un texto trascendente, como por ejemplo leer en este instante este texto.

Si el lector se detiene un instante aquí, podrá comprobar que él no ha hecho el impulso a leer este texto. Ello  ha sucedido. El texto estaba ahí, algo indujo al lector a leerlo, y entonces la lectura está sucediendo y, tal vez, esté amaneciendo una comprensión o un descubrimiento en él. Esta comprensión es un comienzo de despertar. Pero todo ello es resultado de la voluntad de nuestro Ser Real. Él es quien induce nuestras acciones. Por ejemplo, esta lectura.

Por otra parte, es posible anticipar en qué momentos van a ocurrir estos impulsos que conducen al despertar. Se pueden prever gracias a que la existencia está perfectamente ordenada. Es decir, no existen ni el azar ni la casualidad, sino que hay un orden universal que se despliega en la existencia. Es posible percibir ese orden mediante la intuición o también a través de ciencias como la astrología, la cual estudia los ciclos cósmicos y, gracias a ese conocimiento, es capaz de anticipar los momentos en que, con mayor probabilidad, ocurrirán los acontecimientos programados que van a producir un despertar.

Hablas de que todo es perfecto tal cual es. ¿Cómo has integrado esta comprensión en tu vida diaria y en la gestión de desafíos personales?

Desde los estados superiores de consciencia se evidencia que la vida transcurre con toda perfección, trayendo en cada momento lo que ha de ser percibido y experimentado. La consecuencia es que uno deja de luchar contra la existencia para, en cambio, fluir con ella.

Esto no quiere decir que todo lo que acontezca en ese estado superior vaya a ser placentero. Nada de eso. Pero lo que sí sucede es que la vida del contemplador deja de estar dirigida por el deseo para, en cambio, abrirse plenamente a la existencia aceptando lo que ella le brinda, tanto si es placentero como si es doloroso.

La vida se llena así de sentido y entonces, aunque haya dolor, desaparece el sufrimiento.

¿Cómo ha cambiado tu percepción de los eventos y circunstancias de tu vida tras comprender que todo está lleno de sentido?

Cuando uno habita en el silencio mental y en la contemplación, se ve con toda evidencia que la vida transcurre exactamente como tiene que transcurrir. No hay nada ni nadie trazando adversidades gratuitas o dolores inútiles. Se ve que todo es perfecto en la existencia y que el dolor o la adversidad que acontecen están llenos de amor, de plenitud y de sentido.

El dolor es conciencia. No hay conciencia sin dolor. Todo cuanto sucede forma parte de un plan perfecto que se va desplegando ante la mirada asombrada del contemplador. Ese plan está siendo desarrollado según el designio del Ser Real que soy. No hay nadie más.

En consecuencia, el contemplador vive con entrega y aceptación lo que la vida trae. No lo hace por fe o sumisión a un poder superior ajeno, sino desde la evidencia de que Yo Soy quien guía mis vivencias y mis pasos desde el plano superior. Por tanto, vivo lo que sé que yo mismo he dispuesto vivir, sabiendo que ello me acerca a la plenitud y la dicha inmensa del Ser que Soy.

«Lo que ahora se vive es lo que ahora ha de ser vivido. Si ello es estancamiento, eso es lo que corresponde vivir. En su momento llegará el paso siguiente que haya de llegar. Pero no corresponde al pequeño yo dirigir los pasos por el infinito.»

En el libro, mencionas que hay un plan sabio y perfecto. ¿Cómo esta comprensión ha influido en tu actitud hacia las adversidades?

Les sugeriría lo mismo que me brindo a mí mismo: paciencia y confianza en la sabiduría de la existencia. Todo llega en su momento y todo es siempre lo adecuado. Lo que ahora se vive es lo que ahora ha de ser vivido. Si ello es estancamiento, eso es lo que corresponde vivir. En su momento llegará el paso siguiente que haya de llegar. Pero no corresponde al pequeño yo dirigir los pasos por el infinito. Es el Espíritu el que gobierna el timón de la existencia y, por tanto, es de sabio encomendarse a lo que Él disponga, en la certeza de que es lo perfecto para nosotros, pues no hay ni fallo ni error.

Detrás de las nubes siempre brilla el Sol. Detrás de la noche oscura del alma siempre pervive nuestro Espíritu.

«Nuestra vida, todas las vidas, están llenas de sentido, dirección y propósito, aunque no siempre nos resulte evidente.»

Finalmente, ¿qué te gustaría que los lectores sientan o experimenten después de leer La aventura de la conciencia?

Me gustaría que descubrieran que ya no están extraviados en medio de la vida y que se sintieran liberados del sufrimiento. Eso es lo que he tratado especialmente de transmitir.

En el texto aporto un mapa de los estados de consciencia que Occidente no ha sabido estudiar hasta ahora, así como un catalejo con el cual escudriñarlos. Ambos son unos instrumentos todavía imperfectos, pero al menos permiten divisar la grandeza que nos rodea y las inmensas e ilimitadas posibilidades de plenitud que absolutamente todos y cada uno tenemos.

Además, aporto maneras de desmontar nuestras creencias limitantes, con el fin de facilitar la apertura mental para que suceda el salto a un estado de consciencia superior o, al menos, para poder vislumbrarlo.

En cualquier caso, en el texto trato de mostrar los modos en que podemos ver o, al menos, atisbar que realmente hay algo sabio que nos está guiando, y que nuestra vida, todas las vidas, están llenas de sentido, dirección y propósito, aunque no siempre nos resulte evidente.

Entrevista a Curtis White, autor de Vivir en un mundo sin remedio

«Hay que resistir con la honestidad radical que mostraron Buda y Marx».

 

 

Una entrevista de David Barba

Adorado por Žižek, Paul Auster y David Foster Wallace, odiado por la derecha e incluso por la izquierda liberal americana, el filósofo Curtis White es un crítico cultural y social cuyas obras se han convertido en una cita ineludible con la libertad intelectual y el escepticismo cultural. Su último libro, Vivir en un mundo sin remedio (Ediciones La Llave), es un llamamiento a la desobediencia civil como forma de vida: una propuesta de transformación para un mundo mejor, lleno de juego, afecto y conexión humana. Para ello, White defiende un regreso a la contracultura, entendida no como un destino utópico, sino como un proceso de transformación de la conciencia y de resistencia contra la tiranía.

 

Paul Auster dijo que Curtis White es «una banda de un solo hombre». Díganos, ¿quién es usted?

Alguien dijo una vez que Shakespeare «no era una persona, sino una pequeña multitud». Yo no soy Shakespeare, pero como escritor tengo la capacidad de crear voces, especialmente en mis novelas. Lo que no es tan evidente es el hecho de que también hay una voz detrás de mis ensayos. No pretendo ser la voz objetiva y distante de la razón universal, y menos aún la voz de un periodista. Creo que en mi crítica social empleo lo que William Blake llamó la voz de la «honesta indignación»: según Blake, esa es la «voz de Dios», que en mi caso sería la de un dios aficionado a la risa. 

Le gusta mucho pelear, tiene fama de ser un crítico implacable…

Hemos llegado a un extraño momento en el que intentar evidenciar alguna verdad se interpreta como una muestra de ira. Por ejemplo, en un ensayo para el libro Vivir en un mundo sin remedio, escribí que no existe la «libertad americana»: no es más que un mito piadoso desmentido por todo hecho histórico y empírico. Pero en un país tan escasamente iluminado como los Estados Unidos, decir algo así es utilizar «palabras de guerra». Así que debe ser cierto que soy un tipo enfadado. Aquí, incluso los críticos tienen que emplear fórmulas como «amo a mi país» para no parecer sospechosos. A lo que yo respondo: «¿Cómo voy a amar algo que no existe más que como un montón de tópicos cariñosos?». La inocencia americana, la grandeza, el excepcionalismo americano, etc. Es como si en mi país fuera descortés preguntar: ¿Qué pasa con el genocidio contra los indios? ¿Y con la esclavitud? Estos son los dos orígenes de América: la tierra robada y la mano de obra esclava. Pero decir cosas así puede tener consecuencias sangrientas, como demuestra el reciente ataque al Congreso de una turba de «patriotas armados» que «protegen la libertad de América».

Usted se muestra crítico incluso con las voces más progresistas de Estados Unidos.

Aquí, incluso las voces más progresistas de los medios de comunicación nunca son lo suficientemente honestas; me refiero a gente como los economistas Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Quieren criticar los excesos del capitalismo, pero lo critican desde los confines del imaginario capitalista: jamás pondrán en duda el capitalismo en sí. Por otro lado, alguien como Noam Chomsky no tiene cabida en los medios de comunicación corporativos, lo que parece estar bien para él porque puede que no tenga la audiencia de Stiglitz o su dinero, pero tiene el placer moral de la honestidad: la honestidad indignada, nada menos. 

Una vez me entrevistaron en el programa de Ron Reagan (el hijo del difunto presidente del mismo nombre). Al final del programa recibimos una llamada en directo de una persona que estaba furiosa por las cosas que yo decía sobre el capitalismo. Le contesté: «A mí me parecería estupendo que el capitalismo fuese el mejor sistema económico posible. Pero primero tendrá que explicar por qué necesita de la pobreza y de la destrucción de la naturaleza para existir. Mi problema con el capitalismo es que es deshonesto».

Realmente, ¿el mundo no tiene remedio? Si es así, ¿qué sentido tiene seguir viviendo?

¿O escribiendo libros? Es una pregunta muy interesante, sobre todo para una editorial de literatura budista como Ediciones La Llave. Por un lado, el budismo sabe desde hace milenios que las sociedades humanas están en cierto modo condenadas, como se ve en la Rueda de la Vida tibetana. Las cinco sextas partes de esa Rueda están habitadas por seres destructivos: dioses, semidioses, fantasmas hambrientos, seres infernales, animales (animales humanos, claro). Miro la Rueda de la Vida y veo que esta antigua representación del mundo humano se ajusta a nuestro tiempo como un guante. La Rueda de la Vida describe «lo que es», y «lo que es» tiene toda la pinta de que va a acelerar hasta la perdición. Las condiciones de la Rueda no tienen remedio, pero podemos hacernos conscientes de ellas. 

¿Cuál es la principal amenaza a la que debemos enfrentarnos? Tal vez el cambio climático no sea más que una consecuencia de algo peor…

Cuando le preguntaron a Buda: «¿Qué dirías que contamina el mundo y lo amenaza más?», respondió: «El hambre de comerse el mundo». El capitalismo se está comiendo el planeta. ¿Y cuál debería ser nuestra reacción? ¿Tomar asiento en la fiesta capitalista y disfrutar como si estuviéramos en 1999, parafraseando la canción de Prince? Mi sensación es que, cuando se llega a entender que el mundo sufre, y entendemos las causas de este sufrimiento, la respuesta propiamente humana debería ser llamar al sufrimiento por su nombre, sin importar lo desagradable que otros encuentren nuestra descripción, sin importar si piensan que estamos buscando pelea. Deberíamos negarnos a ser cómplices de ese sufrimiento y colaborar en la creación de un mundo que refleje nuestra verdadera naturaleza. Así, dejaríamos de comportarnos como fantasmas hambrientos que esperan a que Amazon les traiga el próximo paquete. Esto, me parece, es el núcleo ético de la contracultura. 

Parece muy cómodo y relajado ante la entropía del mundo. ¿Cómo lleva el Apocalipsis?

Experimento desesperación, ansiedad y dolor, como todos los que comparten este matadero que es el mundo. Me resisto como sé a participar del matadero, pero acepto que las cosas son así y que llevan milenios funcionando igual. De modo que trato de resistir mediante una honestidad radical: hay que resistir con la honestidad radical que mostraron Buda y Marx. Y trato de vivir de una manera que no haga daño. Desgraciadamente, haga lo que haga, la rueda kármica sigue girando. Pero debemos vivir en nuestra verdad, así esté o no esté condenado el mundo. 

Se tiende a creer que la contracultura es un producto plastificado de los años 60. ¿Qué opina usted?

La contracultura de los años 60 tenía todo tipo de defectos y fue cooptada con demasiada facilidad por los medios de comunicación. Se convirtió en un estilo, en una moda, y fue caracterizada con éxito por los ideólogos corporativos como autoindulgente, buscadora de placer, hedonista, inspirada en las drogas, etc. La mejor manera de pensar en los años 60 es imaginar que tenían una idea. Esta idea era que el capitalismo, el imperialismo, el militarismo y el consumismo eran una amenaza para el bienestar de todos los seres vivos y que debíamos vivir de forma diferente. El budismo occidental fue uno de los principales beneficiarios de esa idea porque ofrecía una forma diferente de vivir basada en no hacer daño. El budismo occidental no murió con la contracultura porque los compromisos más profundos de la contracultura siguen con nosotros. ¡La contracultura vive! Muchas de las preocupaciones más importantes de los años 60 siguen muy presentes: la producción de alimentos orgánicos, el antiimperialismo, el antimilitarismo, la oposición al racismo, el sexismo y la homofobia… Si no fuera por la contracultura, no estaríamos teniendo esta conversación ahora.

Usted no cree en los populismos, pero tampoco en los reformismos políticos o económicos. ¿Están agotados?

La triste verdad sobre la mayoría de las formas de reformismo progresista es que, en su mayor parte, son una estafa. Recientemente escribí un ensayo para Lapham’s Quarterly sobre el movimiento del Capitalismo Inclusivo -un proyecto liderado por Christine Lagarde, expresidenta del FMI que intenta utilizar el capitalismo para salvar al capitalismo de sí mismo. En mi libro, me fijo en particular en el trabajo del fundador del Foro de Davos, Klaus Schwab, y en su idea del capitalismo de los accionistas, en contraposición al capitalismo de las acciones. La mayoría de los reformistas progresistas, incluido el economista Thomas Piketty, trabajan desde dentro del imaginario capitalista. Es decir, espero que el presidente Biden y Bernie Sanders consigan mejoras importantes y duraderas en la vida de los estadounidenses y del mundo, especialmente en lo que respecta a la desigualdad de ingresos, pero lo que piden es que confiemos en que nuestros problemas pueden resolverse desde dentro del capitalismo. «¡Déjennos a nosotros!», proclaman los expertos como Lagarde. No esperemos, sin embargo, que nos dejen un mundo habitable, porque es muy probable que cualquier mundo que produzcan siga teniendo el sabor amargo del dinero.

Entonces, ¿cómo podemos afrontar la catástrofe en curso?

En la actualidad no hay energía revolucionaria socialista en Estados Unidos, y por mi parte, sería escéptico si la hubiera, así que nos quedamos con la idea de que podemos y debemos vivir más localmente, en comunidades reales,  con generosidad, y ya lo estamos haciendo de muchas maneras que no se conocen. La única manera de prepararse para lo que se avecina es enriquecer las capacidades de las comunidades locales. Esa es la verdad. Necesitamos preparación vecinal para el próximo colapso de los sistemas monetarios y de propiedad, así como para el probable colapso del medio ambiente. Y ese colapso ya ha comenzado. Según la Organización Mundial de la Salud, actualmente hay mil millones de migrantes/refugiados en el mundo. Uno de cada siete seres humanos no tiene hogar. Y esto es solo el principio.

¿Qué es para usted la resistencia cultural y hasta qué punto es útil para luchar contra el caos y la barbarie del mundo?

El arte y la cultura fueron fundamentales para la contracultura de los años 60, y lo han sido para todas las grandes revoluciones sociales desde los románticos. El filósofo Paul Ricoeur hizo una sencilla distinción entre el arte ideológico y el arte utópico. El arte ideológico afirma el orden imperante de las cosas. La Iglesia y la nobleza exigían a los artistas lealtad a sus valores hasta que los románticos escaparon de ella: después del romanticismo el arte fue corrosivo con esos valores. El capitalismo tiene una forma diferente de lograr el mismo propósito que la Iglesia: la obediencia. En lugar de presentar una amenaza directa a los artistas, la estrategia del capitalismo es neutralizar la función utópica del arte proporcionando su propio arte mercantilizado: música de los 40 Principales, películas de Hollywood, etc. Convierte al enemigo en un plan de beneficios. Al final, el arte ideológico es solo ideología sin arte, mientras que el arte utópico es arte total. Para Ricoeur, el arte es subversivo o no es arte. La historia del arte es la historia de la subversión formal y, a veces, literal.

La subversión es un territorio de los desposeídos. Pero, como Beckett, usted defiende que hay que «fracasar mejor». ¿Qué significa eso?

La contracultura de los años 60 tenía una idea principal: el mundo está siendo destruido por el capitalismo y no debemos participar en esa destrucción. Su intento de hacer realidad esa idea solo tuvo un éxito parcial. Como movimiento social amplio, la contracultura está ahora dividida. Tenemos una política radical, pero está fragmentada por la «política de la identidad». El feminismo lucha por los derechos de las mujeres. Black Lives Matter lucha por los derechos de los afroamericanos. Los pequeños agricultores orgánicos luchan contra la agricultura industrial, pero tienen que hacerlo dentro de los mercados capitalistas. Y la lucha de clases se pierde de vista, al igual que el antiimperialismo y el antimilitarismo. Para nosotros, como individuos, tienen sentido que todas estas luchas se unifiquen, pero falta una unidad social global que coordine estos esfuerzos. La hubo en la década de los 60, así que tenemos que volver a intentar conseguir esa unidad de propósito y ese sentimiento de ideales compartidos. Y, si volvemos a fracasar, bueno… solo podemos esperar que fracasemos mejor que la última vez. Y que lleguemos un poco más cerca del mundo que anhelamos. 

Entrevista a David Loy, autor de Ecodharma

«Me inspira llegar a convertirme en ecosattva»

 

 

Una entrevista de David Barba

En 2014 recibió un doctorado honoris causa de su universidad de origen, el Carleton College, por sus contribuciones al budismo en Occidente. Sin embargo, en 2016 lo devolvió como protesta por la inversiones de esta institución en industrias contaminantes. Y es que el profesor David Loy, doctor en filosofía y uno de los más célebre autores budistas del presente, es, ante todo, un activista comprometido con la naturaleza y la justicia social. Ecodharma, su último libro, afronta los grandes desafíos de la humanidad frente a la emergencia climática y profundiza en el diálogo entre el budismo y la modernidad. De fondo, su convicción de que la transformación personal y la evolución social son, en realidad, dos caras de la misma moneda.

 

Además de filósofo y ecologista, ¿es usted un ecosattva?
Ecosattva es un nuevo término budista que se refiere a alguien que quiere iluminarse no solo en su propio beneficio, sino también para ayudar a sanar nuestra relación con el mundo natural. Llegar a convertirme en un ecosattva me parece una posibilidad inspiradora…

¿Y qué puede ofrecerle el budismo a la naturaleza?
Según las enseñanzas budistas tradicionales, en el núcleo de nuestra insatisfacción se encuentra la ilusión de que estamos separados de las otras personas y del mundo. Es el mismo problema que enfrentamos colectivamente hoy en día: nosotros, como especie, sentimos que estamos separados del resto del medio natural. En ambos casos, nos ayudará comprender que esta separación no existe, así como aprender a vivir de una manera que respete nuestra interconexión con el otro y con la naturaleza.

Con 2.500 años de antigüedad, ¿es el budismo actualizable?
El budismo siempre ha puesto énfasis en la impermanencia y en la insustancialidad, y esta idea se aplica también al budismo en sí: las enseñanzas y prácticas budistas han cambiado cada vez que se han extendido a nuevas culturas. Hoy en día, el budismo se enfrenta al mayor desafío de su historia al preguntarse, precisamente, qué puede ofrecerle a nuestra civilización ahora global y que parece sumida en un proceso de autodestrucción. Tal vez por ello, ya hay nuevas formas de budismo que están evolucionando muy rápidamente.

¿Cómo anda de optimismo (y nihilismo) sobre nuestro futuro?
No soy ni un optimista ni un pesimista, ni un esperanzado ni un desesperado. Mi compromiso está en hacer lo que buenamente pueda, y para ello hay que dejar de lado dualismos de este tipo. Hoy, nuestra tarea consiste en hacer lo que podamos, lo mejor que podamos, sin saber si algo de lo que hagamos en pro de la naturaleza servirá para algo. Además, ¡hay que hacerlo con alegría! Podemos considerar cualquier esfuerzo que hagamos por la ecología como un regalo para los demás y para la tierra. Y, como sucede con cualquier tipo de regalo, no debemos esperar nada a cambio.

El sentido del humor tiene un lugar en su obra. El panorama es catastrófico, pero usted conserva la alegría…
Precisamente, debido a que nuestra situación actual es tan desafiante, ¡es necesario conservar el humor! El buen humor refleja el tipo de desapego que necesitamos hoy en día para reírnos de nosotros mismos y, al mismo tiempo, perdonarnos, a nosotros y a los demás.

¿Y si es demasiado tarde y nos extinguimos? Quizás pueda darnos un buen consejo para desaparecer con elegancia.
El budismo habla de la «mente no-sé», la mente que acepta que no sabe qué va a pasar o qué entra dentro de la posibilidad. En lugar de quedarnos paralizados ante la incertidumbre de la vida, esa «mente no-sé» nos permite responder adecuadamente a cada situación, momento a momento, dando lo mejor de nosotros de acuerdo a las comprensiones que vamos adquiriendo. Hay una gran libertad y alegría en responder así a la vida.

Entrevista a Dhiravamsa

«El futuro no existe. Vive plenamente en un presente infinito y aliméntate de alegría»

 

 

Una entrevista de David Barba

No es muy habitual que un antiguo monje budista atesore los profundos conocimientos del dharma junto a las eficaces herramientas de la terapia occidental. Con su integración de las filosofías de Oriente y la psicología de Occidente, Dhiravamsa se ha convertido en uno de los más apreciados maestros de meditación de nuestro tiempo. Nacido en una remota aldea rural de Tailandia, licenciado en estudios budistas y religión comparada y profesor de psicología educativa, Dhiravamsa dejó los hábitos después de 23 años en un monasterio para dedicarse a difundir por el mundo lo que él mismo define como trabajo psicoespiritual: una particular mezcla de terapia y meditación. Ahora regresa a las librerías con Iluminarse en lo que dura un desayuno, que trata de acercar las palabras originales del Buda en los Sutras a los lectores occidentales: simples, precisas y directas, esas palabras le sirven a Dhiravamsa para seguir ayudando a que miles de personas en todo el mundo inicien su proceso de transformación.

 

A día de hoy, ¿qué significa ser un lama en el mundo occidental?

Ser lama significa que te has formado como maestro. En la tradición budista tibetana se necesitan muchos años de estudios y prácticas especiales para ello: hay que cumplir con ciertas cualificaciones para que alguien llegue a ser considerado como lama. Si bien la gente suele estar familiarizada con algunos maestros muy conocidos, como el Dalái Lama, en realidad es una figura poco habitual: no hay en Occidente tantas personas a las que se las pueda llamar lamas en un sentido estricto.

¿Qué recuerda de su infancia en su país natal? ¿Cómo era la sencilla vida de aquel niño junto a su padre, un curandero rural?

Solía cuidar del ganado, en especial a partir de los diez años, cuando una plaga se propagó por la aldea y causó la muerte de muchas personas de nuestra comunidad y de los pueblos cercanos. Yo era el que nunca se enfermaba en mi familia, y por eso sacaba nuestro ganado al campo para que pastara, y lo cuidaba para que no se perdiera ni escapara. Muchos niños de mi edad hacían lo mismo. Por esta razón, todos nos hicimos amigos cercanos y, juntos, compartíamos los alimentos y las dificultades.

Dhiravamsa fue monje durante 23 años. ¿Qué le llevó a tomar los hábitos? ¿Cuándo y por qué decidió dejarlos?

Me hice monje inspirado en la vida tranquila, pacífica y sagrada del templo de nuestra aldea rural. Quería experimentar ese estilo de vida… Cuando me uní a los monjes del templo, aprendí los cantos matutinos y vespertinos escuchándolos cantar hasta que los memoricé. Pero dejé la túnica en 1976… La razón que me llevó a renunciar a la vida monacal fue que, de hecho, me di cuenta de que no hay distinción entre la vida ordinaria y la extraordinaria: estas dos formas de vida son una y la misma en función de cómo las vivas. Además, comprendí, por experiencia propia, que ser monje budista en el mundo occidental, siguiendo todas y cada una de las reglas y disciplinas monásticas, no era difícil, sino inviable. En última instancia, decidí dejar de ser monje y tomar la vida de una persona común por una razón aún más poderosa: quería enseñar el dharma y la meditación a los occidentales de una manera más fácil, directa y adecuada.

¿Qué impresión se llevó en su primera visita a Occidente? ¿Qué sensación le dieron los occidentales y su relación con la espiritualidad?

El mundo occidental materialista y su gente me parecieron muy prósperos y, a la vez, muy infelices en su afán por tratar de satisfacer los placeres sensoriales, carentes de sustancialidad y esencia. Las relaciones de los occidentales con la espiritualidad no parecían ir más allá de las prácticas tradicionales y doctrinales.

¿Podría decirse que fue un impulso redentor lo que le llevó a convertirse en maestro de meditación?

Podemos decir que, sobre todo, me ha movido la abundancia y la riqueza espiritual que he hallado en el dharma. Ha sido mucha la satisfacción y muchos los resultados de la experiencia meditativa. Y, en especial, me mueve una compasión por la gente que sufre, y todo esto me ha llevado a dedicar mi vida a enseñar meditación con seriedad.

La suya es una síntesis excelente entre la psicoterapia occidental y el budismo. ¿Cómo elaboró este cruce entre lo mejor de Oriente y de Occidente?

El camino, para mí, ha consistido en explorar y llegar a entender con bastante claridad cómo funciona la mente occidental; enseñar a los occidentales las meditaciones del Buda, así como asociarme tanto en forma privada como íntima con occidentales a todos los niveles, me ha permitido desarrollar mi trabajo de síntesis con bastante facilidad y resultados muy satisfactorios.

Su trabajo con eneagrama y meditación es muy conocido. ¿Son herramientas compatibles? ¿Cómo trabaja el carácter a través de la meditación?

En efecto, son herramientas muy compatibles. Gracias al trabajo con el eneagrama, uno comprende los patrones de condicionamiento de su carácter, comportamiento, sentimientos y pensamientos, de modo que puede aprender a transformarlos, y puede también liberarse de sus patrones compulsivos de condicionamiento mediante la práctica del vipassana como una forma de meditación altamente eficaz. De este modo, se hace posible un proceso de desacondicionamiento de los rasgos caracteriales en la vida cotidiana.

Así, cuando uno medita liberado por fin del peso de su carácter, puede alcanzar los tesoros de su mundo interior con rapidez. El samadhi o la estabilización de la mente, y el conocimiento interno o la sabiduría pueden crecer, de este modo, mucho más rápido; como resultado, uno se vuelve próspero y abundante en la vida espiritual. Para usar una metáfora, el trabajo con el eneagrama es como arar la tierra, prepararla para la siembra, y la práctica de la meditación es comparable a la lluvia que fertiliza una tierra que ha sido preparada para dar fruto.

¿Realmente es posible «iluminarse en lo que dura un desayuno», como publicita el título de su nuevo libro?

Sí, ¡claro! Al menos, hubo un ejemplo de ello en la época del Buda, cuando un monje llamado Chûlapanthaka, o el Joven del Camino, meditaba bajo la guía del Buda mientras este desayunaba, a muchos kilómetros de allí, con 499 monjes en la mansión de un hombre rico. El monje Chûlapanthaka alcanzó así, a distancia, la iluminación completa, y luego fue invitado a la reunión por el Buda para que diera un sermón, en el que mostró una elocuente fluidez sobre el dharma, como si su voz fuese el rugido de un león.

Hay cinco facultades espirituales que Chûlapanthaka logró madurar e incorporar, a saber: fe, energía, atención plena, samadhi (estabilidad mental) y sabiduría. Las había desarrollado por completo, y le llevaron a la iluminación. Y estas mismas facultades son las que cultivan los practicantes de meditación en su camino hacia el completo despertar.

¿Cuál es la diferencia entre samatha y vipassana, dos de las prácticas de meditación que enseña?

Samatha significa ‘calma mental’, el camino correcto hacia el samadhi; vipassana quiere decir ‘visión clara y penetrante’: el camino de la sabiduría o conocimiento interior abundante y perspicaz. Con la práctica de samatha, que se basa en ânâpânasati, los practicantes lograrán jhânas o absorciones meditativas tanto con forma como sin forma, lo que culminará en la liberación total de la mente a través del sammâsamadhi (la correcta estabilidad mental). Pero con la práctica de vipassana basada en satipatthâna o los cuatro fundamentos de la atención plena, uno logra la sabiduría más elevada, que llamamos nibbedhika-paññâ o profunda visión penetrante: significa el logro de la liberación total a través de la sabiduría. Hay muchos más detalles sobre todo esto, que se pueden hallar en mi libro La Calma y el Insight, publicado por La Liebre de Marzo.

¿Qué más puede decirnos sobre ânâpânasati y sotâpanna?

Ânâpânasati significa, literalmente, ‘atención plena a la respiración’. Es la meditación basada en el cultivo y desarrollo de la atención plena mediante la inhalación y la exhalación como un objeto fijo para que la mente, o citta, se fije o se amarre a ello con el único propósito de alcanzar el samadhi, de donde emerge la sabiduría.

Sotâpanna se refiere a cualquier persona, ya sea monje, monja o laico, que entra en la corriente del nirvana: el Noble Óctuple Sendero que conduce a la realización experiencial de la iluminación. La realización de sotâpanna se logra mediante la práctica de ânâpânasati (la citada atención plena a la respiración) y/o satipatthâna (los cuatro fundamentos de la atención plena, es decir: el cuerpo, las sensaciones, la consciencia y los objetos mentales). El libro que ahora presento, Iluminarse en lo que dura un desayuno, es precisamente un desarrollo de estas ideas.

¿Por qué es importante que los lectores occidentales conozcan los Sutras del Buda de primera mano?

Creo que tanto los lectores occidentales como los orientales deberían conocer el dharma directamente de los discursos o Sutras del Buda. La razón es que las charlas del Buda son simples, directas, coherentes, inconfundibles, e invitan a verse y probarse a uno mismo a través del estudio y la práctica. En cualquier momento en que el Buda habla, lo hace desde su mente de samadhi, de un modo en el que se hace imposible el error, la contradicción o el mensaje conflictivo. Cada palabra que dice es exacta, atemporal, científica… esto es, demostrable para el sabio.

Superados ya los 80 años, ¿siente satisfacción con la vida y el camino espiritual que ha elegido? ¿Siente que es posible aplacar la avidya o sufrimiento en lo que dura una vida humana?

Huelga decir cuánta alegría o satisfacción interior he experimentado durante estos 86 años de vida en el planeta Tierra. Mi realización espiritual va más allá de las palabras: no hay una frase adecuada para describir lo que siento. Ciertamente, el propósito de nacer en la vida humana es el de poner fin al sufrimiento, lo que representa la tarea última que todos los seres humanos tenemos que emprender. Donde no hay sufrimiento prevalece la libertad, la liberación total e inconmensurable. He escrito sobre ello en mi autobiografía, Unión de los opuestos. Sin duda, apaciguar la avidya o avijjâ es cultivar la sabiduría. Gracias al cultivo de la sabiduría, se puede extirpar el sufrimiento desde su raíz.

En pali existe un término similar a avidya: la palabra moha. Se refiere al veneno o engaño del carácter. ¿Puede explicarnos su significado?

Avidya o avijjâ es la palabra para describir la ignorancia, las nubes del desconocimiento. Moha, en cambio, indica una contaminación mental y espiritual que funciona como una hermana de la avidya o avijjâ. El pleno desarrollo de la sabiduría, es decir, la práctica de vipassana, conduce a la cesación de avidya y moha. Donde existe sabiduría, no hay rastro de avidya y moha, al igual que el resplandor de la luz brillante elimina la oscuridad por completo.

¿Puede decirnos qué es, para usted, una vida bien vivida?

En resumen, es vivir una vida manteniendo la atención plena en todo momento. Cuando la atención plena está intacta, el samadhi y la sabiduría se vuelven inseparables. El samadhi es nuestro director de vida. La atención plena es algo así como nuestro gerente o administrador. La sabiduría ejerce como nuestro comandante, el gran jefe de uno mismo. Esta es la mejor manera de vivir una vida en la tierra.

Vivimos en un tiempo incierto. ¿Puede darnos algún consejo para afrontar el futuro?

En realidad, el futuro no existe. Es solo la expansión del presente. Vive plenamente cada momento y haz todo lo que hagas desde el aquí y ahora, en un presente infinito, pleno y abundante. Y, mientras tanto, observa tu vida cotidiana como realmente es. Y aliméntate de alegría.

Entrevista a Tarthang Tulku Rimpoché

«Los Nyingma nos hemos especializado en bucear por los profundos

abismos del verdadero significado de la mente»

 

 

Una entrevista de David Barba

El mítico Tarthang Tulku ha accedido a respondernos unas preguntas con motivo de la publicación de su nuevo libro, Revelaciones de la mente, que reúne toda la sabiduría de la psicología budista de la escuela tibetana Nyingma. Venerable maestro, escritor e introductor de la tradición Nyingma del budismo tibetano en Occidente, Tarthang Tulku nació en Tíbet en 1935 y fue educado por muchos de los grandes lamas del siglo XX. En 1968 recaló en Estados Unidos, donde dirige importantes proyectos educativos y editoriales de apoyo a la cultura y a los refugiados tibetanos. También es el introductor del yoga tibetano Kum Nye en Occidente, el fundador del Nyingma Institute y el creador de la Ceremonia por la Paz en el Mundo. Para él, la mente avanzada es mucho más que un cerebro encerrado en un cráneo: constantemente, participa de la realidad e incluso contribuye a crearla. Pero, como víctimas que se identifican con su torturador, las personas creemos que somos nuestra mente racional y nos convertimos en sus prisioneros hasta agotar nuestra energía… A través de las reveladoras enseñanzas de la psicología budista del linaje Nyingma, descubrimos que nada es totalmente nuestro: ni los pensamientos ni los sueños ni la noción de quiénes somos. Desprovistos de toda certeza, podremos adentrarnos en el eficaz mapa de la mente diseñado por Rimpoché, capaz de conducirla hacia una paz duradera y de permitirle abandonar sus automatismos.

 

A día de hoy, ¿qué significa ser un lama en el mundo occidental?

Ser lama significa que te has formado como maestro. En la tradición budista tibetana se necesitan muchos años de estudios y prácticas especiales para ello: hay que cumplir con ciertas cualificaciones para que alguien llegue a ser considerado como lama. Si bien la gente suele estar familiarizada con algunos maestros muy conocidos, como el Dalái Lama, en realidad es una figura poco habitual: no hay en Occidente tantas personas a las que se las pueda llamar lamas en un sentido estricto.

¿Qué recuerda del Tíbet que dejó atrás?

Cuando era niño, vivía en la cima del techo del mundo; mi casa se encontraba entre las dos grandes montañas sagradas de Amnye Machen y Nembo Yurtse, en Golok, Tíbet oriental. Mis padres fueron mis primeros e importantes maestros y guías. Más tarde entré en el monasterio y, desde los 14 años, tuve la suerte de estudiar en varios centros espirituales con algunos de los maestros de linaje más destacados del siglo XX, procedentes de diversas escuelas. En cuanto a mí, no me llamo a mí mismo ‘maestro’, pero recibí numerosas bendiciones, transmisiones de diversos linajes y enseñanzas esenciales en esta dirección. Puedo recordar muchas cosas del Tíbet, pero ahora, con más de ochenta años, algunos de mis recuerdos comienzan a palidecer y desvanecerse. También son muchos los recuerdos que en realidad no podría compartir con palabras… Mi memoria, como mi vida, comienza a seguir el devenir del río.

¿Extraña aquel mundo perdido de su infancia?

Recuerdo el Tíbet como un lugar de profundos valles y altas montañas, de una belleza natural incomparable; pero, sobre todo, lo que recuerdo más especialmente es la radiante belleza interior de los grandes maestros y meditadores que habitaban en los monasterios y los lugares de retiro. Era fácil sentir la presencia de una tradición viva que se había desarrollado durante trece siglos seguidos en la Tierra de las Nieves.

Los occidentales suelen fascinarse por el budismo mágico del Tíbet. ¿Cómo ayuda esa ‘magia’ en el camino del buscador espiritual?

Érase un tiempo en que, tal vez, el espacio fue perfectamente libre, en que no había límites ni estructuras, ni existía un interior y un exterior, ni forma ni condición. Entonces, tras producirse algunos cambios sutiles, surgió lo que conocemos como universo, en el cual, de alguna manera, surgieron la forma y el contenido. Identificamos los químicos y partículas que conocemos como elementos independientes del espacio vacío, pero al mismo tiempo solo pueden emanar del espacio vacío. Esta manera que tiene el espacio de jugar consigo mismo me parece muy mágica.
Sin duda, el Tíbet es una tierra de magia espiritual. Cuentan que un monasterio tibetano llegó a albergar a cien mil lamas que desarrollaron tantas habilidades que sus cuerpos se desmaterializaron uno por uno, y de ellos solo quedaron sus ropajes… En muchas escuelas y monasterios del Tíbet solían convivir varios linajes espirituales: los Nyingma suelen ser practicantes muy profundos y han desarrollado numerosas prácticas creativas, curativas y de poder que podrían parecer mágicas a ojos de un occidental. Así, no es de extrañar que aquel lejano país, tal como se aparece ante nosotros, sea visto como un mundo mágico.
Imagínate cómo vería tu sociedad una persona que hubiese nacido hace cinco mil años. ¿Qué haría este viajero del pasado ante formas y contextos tan misteriosos como los actuales? Todas las manifestaciones de nuestra cultura, de la historia, el lenguaje, nuestros conceptos y pensamientos y teoría, así como la conciencia misma, son pura magia. Tendemos a señalar cosas que consideramos ajenas a nosotros mismos, y entonces las etiquetamos como ‘magia’, cuando en realidad los magos somos nosotros mismos.

Usted es uno de los grandes representantes de la escuela Nyingma, la tradición más secreta y misteriosa del Tíbet. ¿Qué puede decir sobre su linaje para ayudarnos a comprender mejor la idiosincrasia de las prácticas Nyingma?

Las prácticas de la escuela Nyingma se centran en la comprensión de la mente profunda. Dices que los Nyingma somos misteriosos, pero creo que el misterioso, en realidad, emana de la mente. La mente parece no tener forma ni condición, ni carácter alguno que podamos aprehender. Sin embargo, siempre está presente en nosotros. Todo el tiempo dependemos de un ‘yo’, de un ‘mí’ o de un ‘mío’, de todos esos agregados mentales, y nunca llegamos a conocer al operario que actúa tras ellos. Se podría decir de los Nyingma que nos hemos especializado en bucear en los profundos abismos del verdadero significado de la mente.

Ha fundado con éxito muchas organizaciones, como el Tibetan Nyingmapa Meditation Center, la Tibetan Nyingma Relief Foundation, la editorial Dharma Publishing y la Fundación Guna. ¿Cuál es su próximo proyecto? ¿Hay alguna organización importante que, a estas alturas de su vida, le quede aún por fundar?

He hecho todas estas cosas porque me parecía que no tenía otra opción. La cultura y la lengua tibetana, el Dharma del Tíbet y sus tradiciones, se han vuelto cada vez más débiles y, a pesar de nuestros esfuerzos, algunos elementos esenciales pueden llegar finalmente a desaparecer. Pero mi sensación es que el budismo tibetano tiene todavía un gran papel que desempeñar en el mundo. Cuando vine a trabajar a Occidente y me encontré con sus derechos y protecciones fundamentales, y especialmente con el derecho a la libertad religiosa, pensé que podría plantar alguna humilde semilla aquí y allá que crecería si se daban las circunstancias correctas. De ahí que se manifestaran todos estos centros y fundaciones.
Lo que sigue es simplemente mantener lo que ya se ha creado en la medida de lo posible y expandir nuestros esfuerzos con la ayuda de aliados como vosotros. Ojalá que podamos ver traducidos al español más trabajos y estudios como Revelaciones de la mente o mi Trilogía del Loto, de modo que sigan siendo lecturas útiles para muchas personas. Confío en que todas nuestras actividades y creaciones sobrevivan en el futuro, especialmente gracias al apoyo de nuevos lectores y estudiantes.
El mandala de las organizaciones que hemos creado es importante, pero el mandala más importante es de la propia mente. Este mandala sigue sin resolverse hasta ahora; hay poderosas fuerzas disruptivas que despiertan patrones neuróticos en todos nosotros, y nos producen desequilibrios duraderos en nuestros pensamientos, emociones y sentidos. Sin embargo, cuando este mandala no es perturbado, manifiesta cualidades maravillosas. Belleza y alegría, amor y respeto, compasión y fe… todo ello viene de la mente. Necesitamos hacer todo lo posible para ayudar a que el mandala de la mente se calme, de modo que consigamos redescubrir sus preciosos potenciales.

¿Siente en su vida alguna tensión entre el mundo materialista y globalizado de los Estados Unidos y las ideas complejas y esotéricas sobre la reencarnación que residen en el corazón de la tradición budista tibetana? ¿Cómo logra integrar ambos mundos?

Puede parecer que hay una diferencia entre el mundo de las apariencias, los objetos y las manifestaciones, y la comprensión esotérica de la apertura, el vacío y la potencialidad. Pero ambas cosas no están necesariamente en contradicción. Cuanto más entendemos la apariencia y el vacío, más claro se vuelve que la apariencia y el vacío son coemergentes, coexistentes. Vale la pena preguntarse dónde podremos ver aparecer este espectáculo mágico, maravilloso y coexistente la próxima vez.

Es usted el guía de una comunidad. ¿Qué se entiende hoy en día por un maestro espiritual?

Ser un maestro espiritual significa que se es, tanto como sea posible, un portador: especialmente un portador de cuidados, alguien que se dedica a ayudar a los demás. Para mí, uno es un maestro espiritual si —y esto es un gran SÍ— tiene el poder, la claridad y la determinación constante de estar al servicio. Si hay personas que poseen estas cualidades, ahora es el momento de que den un paso al frente. Deben ponerse de pie en nombre de la humanidad y del mundo: necesitan enseñar, compartir y ayudar. Este tipo de maestría no es una reliquia o una estampa del pasado, y no depende de logros del pasado. Se trata de que el maestro se ponga al servicio en este preciso instante.

¿Puede hablarnos de su relación con Claudio Naranjo, quien fue su discípulo y al mismo tiempo un maestro espiritual?

Claudio fue un gran amigo mío durante cincuenta años: era amable, atento y un gran erudito. Espiritualmente, ha llegado a tener una poderosa influencia en el mundo occidental. Estoy muy contento de que la gente siga sus pasos hoy. No olvides el mensaje que te transmitió, su legado; de ti depende mantenerlo vivo.

¿En qué beneficia a una persona tener un maestro espiritual? ¿Es necesario para crecer? Hay gente que cree que los maestros son una reliquia del pasado…

Lo que llamamos ‘la gente’ y ‘lo espiritual’ pueden no ser cosas separadas; el ‘maestro’ y ‘la gente’ pueden estar unidos en sus profundidades. Comprender esta unidad es fundamental para la transmisión de la sabiduría. Unidad con la transmisión y transmisión de la perfecta unidad: creo que este es el único propósito de un verdadero maestro.
A veces puede suceder que estemos esperando a un maestro o incluso a un salvador como Jesús, o tal vez como Maitreya, el Buda futuro. De hecho, es posible que llegue alguno en formas más esperadas o inesperadas. Mientras tanto, nuestro trabajo es prepararnos, estar disponibles para ello. Creo que nuestro deber de buscadores es aprender a estar listos como estudiantes cuando el maestro aparezca.

¿Cómo es su experiencia como un ser espiritualmente despierto? ¿Piensa que el despertar espiritual está disponible para todos?

Los estados ‘despierto’ y ‘no despierto’ mantienen una relación interesante. Es un poco difícil establecer una frontera entre ellos. Se podría decir que estoy buscando esa frontera.
La posibilidad del despertar espiritual depende del punto de vista; más concretamente, depende de las proyecciones contenidas en nuestro punto de vista, del punto de vista que proyectamos.

En este sentido, ¿considera que el cerebro es un receptor de la conciencia, como afirman algunos neurocientíficos heterodoxos?

La neurociencia en general está desarrollando un trabajo muy interesante en los últimos tiempos. Sin embargo, me parece que cuando se trata de señalar los puntos clave de investigación, los neurocientíficos no están muy seguros de dónde provienen sus motivaciones ni hacia dónde apuntan.
Me da la sensación de que están trabajando sobre mapas delineados por conceptualizaciones, y creo que ese campo conceptual se irá dilatando más y más por algún tiempo. Los conceptos establecen su validez a través de bucles que parecen conectarlos entre ellos, y mi sensación es que la ciencia todavía continuará atrapada durante mucho tiempo en estos ciclos de conceptos, pensamientos, emociones y sensaciones, especulando con ellos. Pero puede que algún día el foco de atención acabe viéndose desconcertado en medio de todo este laberinto conceptual.
Por ahora, los que señalan dónde hay que poner el foco parecen ideológicamente muy seguros de sí mismos. Pero, ¿qué hay antes de cada uno de estos emergentes? Solemos decir que primero viene el ‘antes’ y luego el ‘después’, y que ‘después’ no es ‘antes’. Pero ¿qué los une? ¿Qué hay entre el ‘antes’ y el ‘después’ de cada hecho clave? ¿Es posible hallar la pregunta o el punto exacto?

¿Cómo logra usted que su propia mente no sea una molestia para una vida realizada?

Comencemos por reflexionar un momento sobre la frase «su propia mente»… La relación entre el ‘propietario’ y el ‘objeto’ o la ‘cosa’ es desconcertante. ¿Quién posee qué? En lo que respecta a la mente, se hace muy difícil distinguir a quién pertenece tal o cual territorio mental. El marco del lenguaje también juega un papel en ello: a veces, dos mentes diferentes interpretan las cosas de maneras distintas, dependiendo de la filosofía, la psicología o la educación de cada una. Y así continuaremos atrapados en este ciclo durante algún tiempo aún: propietarios y propiedades se retroalimentan entre sí, con lo que se mantiene en pie el impulso que nos lleva a considerar que existe una cosa llamada ‘mi propia mente’. Es difícil llegar a decirse que las cosas no son así, llegar a preguntarse cómo organizarnos o cómo operar el samsara que representa esta compleja relación entre ‘mente’ y ‘propietario’ que venimos cargando.

¿Ha dejado de sentirte controlado por sus pensamientos?

¿«Mis pensamientos»?… ‘Yo’, ‘mí’ y ‘mío’ tienen, de vez en cuando, un papel especial, un rol necesario… pero no creo que nos estén ofreciendo una información muy precisa. Estas partículas parecen tener opiniones y puntos de vista propios, pero no siempre tienen razón, y a la vez no necesariamente están equivocadas. En última instancia, sus comunicados podrían estar mostrándonos algo más allá de consideraciones como ‘correcto’ o ‘incorrecto’.

Si acepto todo lo que sucede sin oponerme, si dejo de identificarme con mis pensamientos o con mis deseos, ¿qué queda de mí? ¿Soy algo más allá de mi mente o mi cuerpo?

Creo que todos los seres humanos somos buscadores de la verdad, y la buscamos a través de preguntas, observando, investigando, reflexionando… Pero ¿qué tal si echamos un vistazo más de cerca a ese observador? En vez de mirar hacia afuera, ¿por qué no nos fijamos en la mirada del que mira? ¡Quizás, en lugar de preguntarme a mí, podrías hacerle estas preguntas tan interesantes al propio observador que te habita! A ver qué te cuenta…
A menudo nos asalta la ansiedad de establecer verdades sobre nosotros mismos, de ser algo o alguien. Pero, ¿qué sentido tiene? ¿Cuál es el propósito principal de esa identidad identificable? Y si alguna vez se logra, ¿quién o qué la logró?

La mente, el intelecto, tiene mala prensa entre los círculos espirituales. En cambio, usted reivindica la importancia de la mente. ¿En qué sentido?

Cualquier buscador siempre albergará algún sesgo, algún punto de vista, alguna proyección… Cada vez que aparece un prejuicio, cada vez que parece que haya algo que demostrar, será fructífero buscar el origen de nuestra proyección. Acurrucado en nuestro interior, puede haber alguien susurrándonos: «Es necesario que demuestres esto o aquello». ¿Quién es ese alguien? ¿A quién dirigimos nuestras preguntas? ¿Y qué mente responde, asegurando qué certeza?
Antes de preocuparnos demasiado por cualquier tipo de respuestas, es posible que deseemos hacer una pausa. Entonces puede que descubramos que ese alguien esta preguntando y respondiendo a la vez; quizás nos encontremos nuevamente ante un agente de la mente que hace preguntas y, a la vez, nos susurra las respuestas… Quizás mi propia respuesta también sea uno de esos susurros: quienes preguntan y responden tal vez no sean sino asistentes del agente mental principal. Y, mientras tanto, seguimos con nuestra tendencia a no identificar a ese que nos susurra: ignoramos quién es el autor de la proyección que proyecta nuestros sesgos mentales.

En su opinión, ¿guardan relación los sucesos del mundo con el estado mental de la población? En otras palabras, ¿es la conciencia un asunto de la más alta prioridad política?

La mente tiene reglas y roles, tiene normas y creaciones propias. Creo que mientras la mente permanezca en su actual estado, su cometido continuará siendo seguir esos roles y reglas. Mi opinión es que los sucesos del mundo se desarrollan igualmente a partir de la aplicación de esas reglas y roles.

¿Tiene esperanza en que alcancemos un estado de conciencia colectiva superior al actual?

Las personas utilizamos pronombres como ‘yo’, ‘tú’ o ‘nosotros’ para referirnos al ser humano o al sujeto de la mente. Y suele preocuparnos la naturaleza del ser humano, la comprensión de la mente…
Imagina la luna llena. Es muy hermosa y brillante. Al mismo tiempo, sabemos que el brillo de la luna refleja en realidad la luz del sol.
El ideal de una conciencia elevada podría asimilarse a la luna llena: nos parece muy hermosa y deseable, pero su brillo no es más que la proyección de una luz reflejada. Una luz que, en cualquier caso, nos resulta inspiradora, pero cuyo auspicio se hace más profundo si comprendemos cuál es su fuente verdadera. Entonces, la pregunta es: ¿qué brillo hace posibles las proyecciones de nuestra propia mente?

Flota en el ambiente cierta sensación colectiva de desastre… ¿Podría darnos algún consejo para estos tiempos revueltos?

Mi consejo es que, sea lo que sea que sientas que has aprendido en el camino, hagas un esfuerzo aún mejor para cultivar tu comprensión y ayudar a que se haga más grande.  Date a ti mismo todo el apoyo que necesites. Desarrolla en tu vida una certeza cristalina, de modo que llegues a comprender en toda su magnitud y por completo lo que estás haciendo aquí.

¿Qué es una vida bien vivida?

Una vida será una vida bien vivida si uno sigue este sencillo consejo: desarrolla una certeza cristalina y, por este medio, alcanza el ser: comprenderás el sentido de la vida teniendo una vida con sentido.

Gracias por sus inspiradas respuestas, Rimpoché.

Me gustaría expresarte mi agradecimiento por vuestros esfuerzos para fomentar la lectura y la enseñanza de mis libros. Si mis respuestas te han dejado con la sed de hacerte más y más preguntas, te animo a que leas de nuevo detenidamente Revelaciones de la mente, la Trilogía del Loto, Dimensiones de la mente y mis otros libros, donde creo que muchos asuntos relevantes que aquí preguntas se desarrollan de una manera más profunda.

Odiyan, junio de 2020

Claudio Naranjo sobre el fascismo

De la banalidad del mal a la búsqueda de la verdad

Claudio Naranjo sobre el fascismo

Conferencia inédita que el Dr. Claudio Naranjo preparó para el simposio Dopo Babele, organizado por la Università degli Studi di Trieste los días 13 y 14 de diciembre de 2019.

 

Agradezco una vez más la invitación a este notable encuentro interreligioso que se ha intitulado (para esta cuarta sesión) De la banalidad del mal a la búsqueda de la verdad.

Naturalmente, la expresión “banalidad del mal” es algo que asociamos a Hanna Arendt, quien, después de asistir al juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén, objetó que se quisiera demonizarle como una especie de encarnación de un principio abstracto cuasi-mitológico de maldad, siendo más bien el caso que la obvia destructividad de este hombre tan especialmente destructivo no fuese otra que su pasión de obedecer e idealizar las órdenes que le daba un gobierno cuya validez no se permitió dudar.

Habiendo leído a Kant, Eichmann seguramente hizo suya la noción que el gran filósofo planteaba acerca del bien como fundado sobre el sentido del deber; y no debemos dudar que como responsable de los horarios de los trenes a los campos de concentración (y posteriormente responsable de los gases que se usarían para la “solución final”), identificara su función como la de un eficiente funcionario a quien le competía que las cosas se realizaran bien sin juzgar la validez de las órdenes que recibía.

Si la verdadera explicación del mal en el caso de Eichmann no es separable del sentido del deber (o, si se quiere, del hecho de que no respondiera a la situación que vivía de forma más personal y creativa, contemplando la posibilidad de un pensamiento propio), naturalmente el análisis de Arendt no vale solo para Eichmann, sino que para todos aquellos quienes, llevados por un excesivo sentido del deber, funcionan en los regímenes totalitarios como simples peones obedientes de mandatos humanamente cuestionables.

Pero si vamos un paso más allá, ¿por qué hemos de considerar tan específicamente problemático el carácter en que está exaltado sobremanera el principio del deber y no tantos otros rasgos de personalidad que, aparte de este, también llevan a que muchos funcionen como autómatas más que como personas propiamente tales?

Universalizando el concepto de Hanna Arendt, entonces, podemos decir que “la banalidad del mal” es inseparable de la noción de que ser destructivos deriva de vivir identificados con eso que solemos llamar el carácter, que no es sino un conjunto obsoleto de respuestas adaptativas que desarrollamos durante nuestra infancia, que nos permiten estar en el mundo como quien opera a través de un robot, ocultos tal vez en su interior sin mostrar la propia cara y sin una expresión propia.

También la frase la “banalidad del mal” me lleva a pensar en el Fausto de Goethe, en cuyo comienzo, un “prólogo en el cielo”, nos presenta a los arcángeles que celebran la gloria de la Creación (tal como en el libro del Génesis Dios mismo, al fin de cada día, la declara buena) y luego aparece Mefistófeles, quien se permite discrepar y se atreve a decirle al Señor de los señores que le parece el ser humano una criatura miserable. Podríamos pensar en Mefistófeles como una voz invalidante equivocada, que juzga las cosas como imperfectas desde su propia percepción imperfecta, y entender el mal como justamente el resultado de esta posición crítica e invalidante, pero más adelante veremos, en el transcurso del desarrollo de la tragedia, cómo las escenas de mayor malignidad en la obra se asocian a ambientes estudiantiles ruidosos que difícilmente podemos caracterizar de otra manera que de vulgares. El mal no es solo un distanciamiento de la conciencia divina, sino que algo de poco sentido, que busca el sentido en una intensificación de la lujuria, de la gula, de la vulgaridad, de la jocosidad y de la risa, algo así como las travesuras de los jóvenes estudiantes que prefieren reunirse en tabernas y emborracharse antes que asistir a sus estudios. Nuevamente, entonces, el mal se nos presenta como algo banal o grosero más que maligno, por trágicas que puedan ser sus consecuencias; un sinsentido o falta de sintonía, una superficialidad.

Tenemos motivos para pensar que la superficialidad o la falta de conexión con la profundidad de la vida se asocien a la destructividad, y pienso especialmente en el fascismo, que se está haciendo una vez más presente en el mundo.

Umberto Eco publicó un pequeño libro que contiene la transcripción de una conferencia suya en la Universidad de Harvard, y que lleva como título El fascismo eterno, pues la palabra eterno en este alude a un intento de reconocer un fascismo que se puede expresar de muchas maneras diferentes. Se pregunta Eco si en todos estos fascismos pueda encontrarse un factor común, pero luego propone que se trate de un concepto borroso, cuya lógica no es la lógica usual según la cual se pueden reconocer elementos comunes, y pone el ejemplo de los siguientes grupos de conceptos: abc cbd

(De El fascismo eterno, pp. 32, 33):

1          2          3          4

Abc     bcd      cde      def

Supongamos que exista una serie de grupos políticos. El grupo 1 es caracterizado de los aspectos abc, el grupo 2 de aquellos bcd, y así sucesivamente. 2 es similar al 1 pues tienen dos aspectos en común. 3 es similar a 2 y 4 es similar a 3 por la misma razón. Nota que 3 es también similar a 1 (tienen en común el aspecto c). El caso más curioso se da en el 4, obviamente similar a 3 y 2, pero sin ninguna característica en común con 1. Sin embargo, a causa de la serie ininterrumpida de decreciente similitud entre 1 y 4, existe, por una especie de transitividad ilusoria, un aire de familia entre 4 y 1.

El término “fascismo” se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y será posible siempre reconocerlo como fascista. Elimina del fascismo el imperialismo y tendrás a Franco o Salazar; elimina el colonialismo y tendrás el fascismo balcánico. Añade al fascismo italiano un anticapitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y tendrás a Ezra Pound. Añade el culto de la mitología celtica y el misticismo del Grial (completamente extraño al fascismo oficial) y tendrás a uno de los gurús fascistas más respetados: Julius Evola.

A pesar de esta confusión, creo que es posible indicar una lista de características típicas de aquello que quiero llamar el “Ur-Fascismo”, o el “fascismo eterno”. Tales características no pueden ser regimentadas en un sistema; muchas se contradicen recíprocamente, y son típicas de otra forma de despotismo o de fanatismo. Pero es suficiente que una de ellas se haga presente para que coagule una nebulosa fascista.

Llama la atención Eco a que, en una serie así, no se trata de que haya algo en común entre todos los elementos, sino más bien entre cada par de ellos, de manera que están emparentadas todas las partes sin que todas ellas lo estén; algo así como un modelo arquetípico del fenómeno del fascismo, que tiene un rostro variable ante el que nos cuesta decir que se trate de esto o aquello.

Dicho esto, me parece que hay elementos comunes que no están en la superficie del fenómeno, y que uno de ellos sea algo así como una prohibición de mirar hacia adentro. Por eso se dice que el fascismo es enemigo del arte o del pensamiento creativo, y porque el pensamiento busca lo creativo, el fascismo tiende a ser enemigo del pensamiento mismo.

Pero como bien señalaba Reich en su análisis del fascismo alemán, más que el pensamiento mismo se prohíbe el sentir auténtico: no se quiere que la gente sienta su cuerpo, por ejemplo. Pero ¿cómo puede no sentirse el propio cuerpo? Creando un mundo imaginario con sentires imaginarios, viviendo una falsa imagen de sí mismos, es decir, falsificándose. Sostiene Reich que si la gente siente su cuerpo, siente también sus emociones, y si siente sus emociones no se le puede decir que sí a la voz del fascismo, que es la voz de la conformidad de un público ante un jefe idealizado.

Hoy en día, me parece que está surgiendo un nuevo tipo de fascismo, que aparece a través de otras manifestaciones del fascismo eterno del que hablaba Eco, y por esta actualidad les he preguntado a varias personas qué quieren decir cuando hablan de fascismo; entre las respuestas que más me han interesado está la de que hay algo así como un “mandato de ignorancia”: un mandato de no mirar hacia adentro o de no mirar, simplemente, ya se trate de pensar o de buscar verdades profundas.

Hoy en día, se habla mucho de populismo, y recientemente le he preguntado a un experto en ciencias políticas cómo se debe entender este término que se ha popularizado tanto. Me ha escrito lo siguiente:

El populismo es, primero que nada, un tipo de discurso político para hacerse con el poder, es decir, ganar elecciones o mantenerse en el poder; lo que pretende el discurso populista es, ante todo, crear esa identidad de pueblo. Y como se entiende que las identidades políticas se crean primero en negativo antes que en positivo, es decir, primero en oposición antes que en una reivindicación, el discurso populista hace una división maniquea del campo político entre un “ellos” y un “nosotros”. “Ellos”, la elite corrupta, “ellos”, la oligarquía, “ellos”, la mafia del poder, “ellos”, la casta; “nosotros”, el pueblo. En este sentido, se simplifica muchísimo la decisión política del electorado y, en cierta manera, los obligas a posicionarse entre ser elite corrupta o ser el pueblo. Digamos que así se crea la identidad del pueblo de manera negativa.

Y ahora el problema es, justamente: ¿cómo articulas a toda esa gente que acabas de conglomerar dentro de la etiqueta de “pueblo”, en tanto que entre ellos habrá demandas muy variadas, y probablemente contradictoras o irreconciliables? Entonces viene el trabajo de crear la identidad positiva de ese pueblo, para lo cual se utilizan significantes vacíos que básicamente son consignas lo suficientemente ambiguas como para poder contener demandas muy diversas. Un ejemplo claro de ello es el “Make America Great Again” de Trump, que es básicamente una consigna lo suficientemente ambigua como para que las demandas de los desempleados o de los trabajadores más desfavorecidos, o de comunidades marginalizadas, así como de una clase media con aspiraciones, puedan ser depositadas bajo esa consigna, y por lo tanto, ahí se está creando la identidad de pueblo en positivo. Evidentemente, no se utiliza solo una consigna, sino varias, pero siempre tienen ese rasgo de ambigüedad para poder contener a todos los grupos políticos e individuos que fueron conglomerados bajo la etiqueta de “pueblo”.

En resumen, el populismo es un discurso político que hace una división maniquea entre un “ellos” y un “nosotros” y utiliza un lenguaje lo suficientemente ambiguo para poder tener cohesionado o aglutinado a una serie de grupos políticos e individuos con demandas muy diversas.

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre el discurso populista y el discurso fascista en tanto que utilizan una estructura muy similar? Una diferencia esencial está en que el populismo tiene un discurso interclasista o transversal, es decir, no apela a un estrato particular de la sociedad sino que intenta apelar a varios estratos, mientras que el fascismo está interpelando particularmente a la clase media, y sin embargo tiene un discurso muy similar al populista en el sentido de crear una identidad de pueblo de manera negativa. Esta creación de identidad es más fuerte en el caso del fascismo porque es creada en oposición a dos grupos: por una parte, en oposición, como en el populismo, a la elite corrupta, a la oligarquía, a la clase política; pero, por otro lado, también en oposición a grupos marginalizados, en general a los más pobres, a los migrantes, a los negros, a comunidades desfavorecidas. En el caso de Trump, evidentemente ataca a los migrantes; en el caso del fascismo alemán, a los judíos, los comunistas, a los gitanos; en el caso de Bolsonaro, los negros, los homosexuales y una serie de comunidades marginalizadas.

En síntesis, se ha ido perfeccionando una manera de ganarse a grandes públicos a través de la seducción, usando afirmaciones ante las cuales la gente no puede más que decir sí o no, cuando obviamente es impopular decir que no, y donde decir que sí en el fondo no significa nada.

Me parece entonces acertado decir que haya una polaridad entre el mal y la búsqueda de la verdad; y también, por supuesto entre esa especie de culto a la ignorancia que ha caracterizado al fascismo y la búsqueda de la verdad o de la consciencia.

Pero vuelvo atrás, a los tiempos en que Mussolini, después de haberse dado a conocer como un paladín del socialismo, se volvió algo así como un líder religioso a través de una adopción de fórmulas cristianas. Lo que más poder le dio entonces fue una identificación del gobierno con Dios, por lo que el gobierno se volvía sagrado y él mismo también, como su emisario. Pero si para sus contemporáneos fue así, para nosotros, que lo miramos desde la distancia, se nos aparece como un pseudoCristo y, por tanto, como un impostor.

Algo semejante puede decirse de Hitler, solo que en el caso de Alemania no se sacralizó el estado, sino que la raza pura de los alemanes, con sus mitos y sobre todo su futuro. En nombre de esta grandeza se persiguió a los impuros y a los inferiores, tal como en el fascismo italiano se persiguió a los homosexuales, y se sigue persiguiendo en los fascismos modernos a aquellos a quienes apunte la xenofobia de los líderes y sus sostenedores.

Pero ¿por qué se asocian tan estrechamente el fascismo y la xenofobia?

Nos dicen los autores de La personalidad autoritaria que aquellos que deben suprimir su agresión hacia quienes los mandan descargan su agresión en aquellos que no pertenecen a su propio grupo; pero ¿explica esto la xenofobia de los líderes? Y sobre todo, ¿explica la persecución de cosas tales como la homosexualidad o las drogas, que tanto caracterizan a los movimientos fascistas?

Por el momento, conformémonos con observar que el fenómeno fascista lleva consigo una especie de culto a lo convencional que se acompaña de una especie de horror a lo no convencional.

Me viene interesando últimamente lo que pareciera la manifestación de una nueva forma del fascismo en el mundo, y no solo por la peligrosidad inmensa del aparente éxito que está teniendo, sino porque los fascismos del pasado fueron nacionalistas, en tanto que los nuevos despotismos nos hacen sentir la presencia de un fascismo global mucho más poderoso que ninguno de los regímenes del pasado. Coincide la nueva relevancia de este tema con mi sentir de que le ha faltado algo a mis reflexiones políticas, pese a que a través de muchos años he venido desarrollando la tesis de que el mal del mundo consista en la mente patriarcal.

Ya he planteado que la mente patriarcal no es otra que aquello que los cristianos apocalípticos llamaban “la Gran Bestia”, que en la Antigüedad se manifestó a través del espíritu de los grandes imperios y que también podemos decir que sea el espíritu de la civilización misma. Pero me parece ahora que el viejo espíritu de la civilización, que no es otro que el espíritu patriarcal, esté encontrando recientemente su forma más perfecta; y no se trata ahora de fascismos nacionalistas como en el pasado, sino de un fascismo global del que emergen aquí y allá los fascismos locales con diferentes características como si fueran fenómenos independientes.

En cierto modo, he dicho ya todo lo que me proponía decir al afirmar que la Gran Bestia de los antiguos, que se asoció sobre todo a Roma pero también al espíritu imperial que encarnó en Egipto y en Babilonia, no es otra que el espíritu de la civilización que también se manifiesta —y a la vez más descaradamente que nunca— en nuestro tiempo, y a cuya multitud de rostros se aplica a veces la palabra fascismo, pero que no es otra cosa que una versión “perfeccionada” de la mente patriarcal.

Una cosa es solo decirlo, y puede que ello ya sea algo importante, como la famosa declaración del niño en el cuento de Andersen, que no oculta su sorpresa porque el rey está desnudo. A buen entendedor…

Pero no puedo desentenderme de que no hablo para los buenos entendedores, y que si no explico mejor mis percepciones me expongo a que las “fuerzas de la oscuridad” no solo me consideren peligroso, sino que me acusen de delirante.

Ensayaré entonces examinar el fascismo desde el punto de vista de lo que vengo llamando la mente patriarcal, y específicamente de lo que he propuesto llamar “el complejo patriarcal”, que comprende los siguientes componentes:

  1. autoritarismo violento
  2. desvalorización del maternaje
  3. criminalización implícita del instinto
  4. invalidación de la intuición

 1) El autoritarismo violento.

Este fue el tema que pusieron de relieve los psicólogos que se ocuparon del fascismo en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, especialmente Reich y los autores del famoso libro que he citado, La personalidad autoritaria (Adorno, Frenkel-Brunswik, Levinson y Sanford). Uno de los resultados de sus estudios fue un cuestionario que se usó en muchas investigaciones de aquel tiempo y que se llamó “la Escala F”, justamente por su alusión a la mente fascista. Pero el libro se llamó La personalidad autoritaria, pues se pensó originalmente que se tratara de un tipo específico de personalidad, pero la aplicación posterior a la Escala F de la entonces recién descubierta técnica estadística llamada análisis factorial reveló que se trata, en realidad, de tres tipos de personalidad bastante diferentes, que tienen en común la tendencia al autoritarismo violento (o, según la terminología de la psicología de los eneatipos, el E1 sexual, el E8 conservación y el E6 social).

Parecería no requerir de mayores explicaciones que los regímenes fascistas se han caracterizado por un autoritarismo violento, pero podríamos considerar también que la violencia no necesita identificarse solo con el castigo cuando se puede llegar bastante lejos con la mera amenaza, y que tanto la amenaza como el castigo pueden ser complementados por la astucia, las falsas noticias y la seducción.

Quiero comenzar por la seducción, que fue la técnica más empleada por el fascismo que le dio su nombre al fenómeno que seguimos llamando de esta manera: el fascismo italiano, cuyo nombre hacía ilusión a la fascia que ciertos romanos llevaban en sus manos para aplicarles castigo a personas ajusticiadas. Ya este dato nos dice que el fascismo es punitivo —pero en los tiempos del apogeo de Mussolini de ninguna manera se veía al amado Duce como un líder aterrador, sino más bien como un ciudadano ideal, un modelo de “padre de familia” y hasta un emisario. Para quien mira el fascismo de lejos, no puede caber duda que el gran éxito de Mussolini se debió a su gran poder seductor, y este, a su vez, a un gran narcisismo. Pero ¿cómo pudo tener tanto éxito en el engaño y también en el autoengaño?

Digamos, en primer lugar, que no se puede engañar a todo el mundo sin engañarse primero a uno mismo. Tanto necesitó psicológicamente Mussolini sentirse un líder supremo que supo justificarlo ante sí mismo, y con ese material pudo ser convincente en sus progresivos discursos; pero si buscamos la naturaleza de este engaño, debemos reconocer dos fuertes ingredientes:

a) La sacralización del Estado, lo que, como personificación de este mismo Estado, le dio mucho más poder que un rol puramente administrativo. En este sentido, no podemos evitar sentir que la sacralización del estado, como la sacralización de la comunidad (o, si se desea, la sacralización de la política) constituye una verdad ambigua, o una media verdad, que puede transformarse fácilmente en una gran falsedad; ya que, si para los griegos de la época clásica era una cosa sagrada dar la vida por la polis, y Moisés estableció un liderazgo político sagrado, nos parece ridículo que Mussolini quisiera aparecer como un elegido de Dios, aunque tampoco se atreviera a plantearlo en tales términos, por más que llegara a hacer suyas las fórmulas de la religión, o que imitara ceremonias cristianas. Trata este tema elocuentemente Emilio Gentile en su libro El culto del Littorio: La sacralización de la política en la Italia fascista.

b) La adopción de fórmulas cristianas, que junto con su similitud retórica y la afinidad de las ceremonias fascistas, dieron al movimiento político una validación implícita de la Iglesia. El trato de apoyo mutuo que diplomáticamente estableció con la iglesia, permitió al fascismo la libertad de adoptar fórmulas cristianas que contribuyeron a su popularidad, pese a que Mussolini nunca hubiese sido una persona profundamente religiosa.

(Por supuesto, mucho más violento fue el nacionalsocialismo, que se basaba en un líder altamente agresivo y poco seductor, y cuyo poder se afirmaba poderosamente en el odio hacia el enemigo común de una supuesta raza superior).

2) La desvalorización del maternaje.

Aparentemente, el fascismo mussoliniano quería que las mujeres fuesen buenas madres de familia, y lo que mandaba la autoridad es que fueran buenas mujeres; pero una cosa es mandarle a la mujer que haga lo que debe, y otra cosa es el aprecio por la mujer y, sobre todo, el aprecio por el amor y el cuidado.

Asociamos el fascismo a un gran dominio masculino en que las mujeres podían tener un papel de amas de casa o de objetos sexuales, pero al ver filmes sobre aquel tiempo no podemos dejar de sentir que se vivía sobre todo en una sociedad convencional que se autoinventaba y se autoglorificaba a través de la industria fílmica. Algo semejante me dicen mis amigos brasileños sobre el reciente presidente electo de Brasil, que describen como un perfeccionista que predica la familia ideal y se presenta como un paladín de las buenas costumbres a la vez que pretende solucionar el problema de la violencia habilitando a los ciudadanos a poseer hasta cuatro armas de fuego para su defensa personal. Hay quienes objetan que eso podría llevar a un incremento de la violencia por irresponsabilidad, pero entiendo que su seguidores quedan satisfechos al escuchar que se los examinará psicológicamente para probar que están preparados.

¿Cuál es la diferencia, entonces, entre el fomento del maternaje y la parodia de un gobierno protector?

Recientemente, hemos asistido al desmantelamiento del estado del bienestar y, con ello, hemos entrado a una etapa de la historia en que el poder ya parece no necesitar de la ficción de querer a la gente y de estar al servicio de su bien colectivo. Se empieza a hablar ya de cleptocracia, y está en boca de todos la alianza entre los gobiernos y el megacapitalismo global industrial y financiero, que va barriendo con todos los valores tradicionales, hoy transformados en precios.

Para terminar, digamos simplemente que el principio paterno autoritario y predatorio no se puede permitir el ofrecerle mucho espacio al espíritu materno protectivo y acogedor, por más que seguramente tenga razón Riane Eisler al decir que el egoísmo es un mal negocio y que el cuidado de las madres y los niños es la mejor de las inversiones.

3) La criminalización implícita del instinto.

Vengo planteando que el espíritu patriarcal de nuestra vida civilizada se fundamenta en un autoantagonismo que se introdujo en la historia desde que nos volvimos una sociedad guerrera de naturaleza jerárquica por el hecho de que no se puede servir al mismo tiempo al deber y a los impulsos naturales. Freud nos hizo sentir que era parte indispensable del desarrollo humano el paso del principio del placer al principio de realidad; pero se puede argüir que haya confundido un principio biológico de la realidad con una realidad patriarcal que se fundamenta en el triunfo de la autoridad por encima de la confianza organísmica en nuestra sabiduría animal espontánea. Lo sugiere fuertemente el hecho de que aquellos que llamamos “primitivos” no se han vuelto contra su “animal interior”, así como el hecho de que para volvernos contra esta importante parte de nosotros mismos, debemos aprender no solo a controlarnos, sino más implícitamente a sentir que llevamos dentro de nosotros a una bestia peligrosa, repulsiva y vergonzosa. Esta característica del espíritu de la civilización se ve particularmente exaltada en la mentalidad fascista de los líderes totalitarios y sus seguidores, y así, por ejemplo, cuando me invitaron por primera vez a trabajar en Rusia y pregunté de qué no debía hablar allí, me sorprendió que me respondieran: “Ni de homosexuales ni de drogas”. Lo hice, y he podido trabajar tranquilamente en Rusia pese a que se publicara allí mi libro La revolución que esperábamos, y tengo motivos para pensar que el mismo Putin lo haya leído con aprecio, pues, como cita Carrère, piensa el líder ruso que quien se siente hoy en día un bolchevique no tiene cabeza, pero quien no se lo siente no tiene corazón.

Pero ¿porque ese tabú tan grande sobre temas como la homosexualidad y las drogas en todos los fascismos? Porque los fascismos son convencionales, y en la mente convencional no hay cabida para lo espontáneo; todo debe ser una performance de acuerdo a modelos establecidos, aunque no se diga explícitamente y nada amenace tanto a toda puesta en escena como la experiencia psicodélica, que le abre el camino al espíritu dionisiaco u organísmico, que es como el despertar de nuestro niño interior.

4) La invalidación de la intuición.

Muchas investigaciones se han realizado acerca de los contrastes entre nuestros hemisferios cerebrales, y podemos resumirlos diciendo que se trata de dos procesadores de datos diferentes que aproximadamente podemos relacionar con el pensamiento racional (en el caso del hemisferio izquierdo) y el pensamiento intuitivo (en el del hemisferio derecho). Nuestra cultura se va volviendo más y más racional, como si sufriésemos de un prejuicio ya obsoleto del Siglo de las Luces, en que la entronización de la Diosa de la Razón permite la denigración de la fe en nombre de la autoridad suprema de la ciencia. Pero me parece que tiene razón MacGilchrist en su magistral libro sobre el tema (The Master and His Emissary: The Divided Brain and the Making of the Western World), al insistir en que es nuestro hemisferio cerebral intuitivo el que debemos considerar como el asiento de nuestra sabiduría, y no así nuestro hemisferio racional, que, como la inteligencia instrumental, se ocupa de los detalles más que de la perspectiva abarcadora desde la que se plantean los valores, y que explica lo ocurrido en nuestra vida y cultura a través de la metáfora del rey de un gran reino que debió recurrir a un representante que se ocupase del extenso perímetro fronterizo. Este representante del rey llegó a considerarse no solo indispensable, sino que más capaz que el rey mismo para decidir, y así me parece que sucede con la razón en nuestra cultura, en la cual se va apagando el humanismo, se considera a las religiones como supersticiones dispensables del pasado y va surgiendo, en nombre de la ciencia, una crítica al conocimiento que llamamos “humanístico”, que sustenta no solo el arte sino que una parte importante de la filosofía. Y es comprensible que el Iluminismo haya querido, a través de la exaltación de la razón, liberar a la sociedad del autoritarismo eclesiástico, pero debemos también comprender que ello ha entrañado algo que en el mundo angloparlante se describe como “arrojar el bebé con el agua sucia del baño”. Más exactamente, al querer liberarnos de la creencias de la fe dogmática de un cristianismo inquisidor, nos hemos privado también de la “fe” en un sentido más profundo de la palabra que alude al sentido intuitivo que nos permite tener fe en nosotros mismos o en ciertas personas y no en otras, y que nos permite también sentir que la vida tiene un sentido o propósito pese a que la visión estrictamente científica solo nos permite concebir un universo mecánico causal y casual. También la intuición es algo así como un “navegador” que nos indica si vamos bien por la vida, y aquellos que no solo se encaminan a fines prácticos saben que “ir bien” es aún más importante que “estar bien”, pues ir bien encaminado es fundamental para nuestro desarrollo; pero así como la vida ordinaria con su prisa creciente y sus exigencias no favorece el que consultemos con nuestro navegador interno, menos aún es ello fácil para quienes viven en un mundo totalitario, y en nuestro mundo moderno también va haciéndose presente esa especie de “religión de la ignorancia” de los totalitarismos, en que no se quiere que la gente se conozca a sí misma ni conozca más realidad que la realidad manipulada que la que se le presenta.

No comprende el espíritu fascista eso que algunos llaman la “búsqueda de la verdad”, excepto como un deseo de información o de saber científico, pues tal sed metafísica, que es parte del desarrollo psicoespiritual, es también algo sustentado por la intuición; y se interpreta la vocación natural a un crecimiento vertical y no solo horizontal como una rareza o un descontento patológico, cuando encarna una gran esperanza colectiva que a un pueblo sabio le conviene saber apreciar y fomentar.

Celebro, por lo tanto, el pensamiento que se nos ha invitado a considerar en esta reunión al contraponerse la banalidad del mal con el espíritu de búsqueda, que es uno de querer ir más allá de lo conocido y de encaminarse a un bien no predeterminado por la cultura; y que en su búsqueda de sentido se remonta hacia algo que no se pretende siquiera poder explicar en términos intelectuales, así como una semilla no sabe explicar su propósito y, sin embargo, lleva en su código genético al árbol en que está en su potencial convertirse, y que es suficiente para conducirla, día a día, a su plenitud.

¿Podríamos, sin el llamado a la búsqueda, convertirnos en verdaderos seres humanos? Ni siquiera podemos decir por ahora que en este mundo (en que muchos se sienten “llamados”) se conozca al ser humano, sino que apenas a los seres subdesarrollados que nos están llevando hacia lo que algunos imaginan como una futura extinción de nuestra especie. Es, sin embargo, el verdadero ser humano, liberado de la plaga patriarcal, el que podría salvarnos de nuestra catástrofe; y no es irrelevante que comprendamos no solo la mentalidad patriarcal, sino el espíritu fascista en que está culminando en ciertos lugares desfavorecidos —no simplemente deplorándolo, sino comprendiéndolo como una especie de castración colectiva que, pese a pretender engrandecernos, nos empequeñece por las consecuencias de su desvalorización del amor, de la libertad y del autoconocimiento.

CLAUDIO NARANJO

Libros para leonas en el Día de la Madre

 

El Día de la Madre merece libros especiales. Hemos seleccionado las obras más emblemáticas de nuestro catálogo sobre feminismo, maternaje, mitología y espiritualidad. Son libros para profundizar en el universo de la mujer, la diosa, el cuerpo, el eterno femenino, la sabiduría sutil, la educación consciente o la lucha contra el patriarcado.

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Consulta aquí nuestra selección:

La loca sabiduría de la yoguini. Daniel Odier nos desvela un antiguo linaje de maestras tántricas de potente ascetismo erótico.

En el principio era ella. Luce Irigaray nos revela la referencialidad de la mujer en el nacimiento de la filosofía y la espiritualidad occidentales.

Las madres. La mujer desde el matriarcado hasta la sociedad moderna.

La barbarie silenciosa. La violencia contra las mujeres y la crisis del patriarcado.

Infancia, la edad sagrada. El clásico sobre l0s años en que nacen las virtudes y pueden prevenirse las neurosis.

El mundo espiritual secreto de los niños. Una investigación fascinante sobre la vida interior en la infancia.

Educación y éxtasis. El clásico de George Leonard para transformar el mundo.

Ser padres conscientes. Una guía para ayudar a tus hijos trabajando en ti misma.

Tocar es vivir. Mariana Caplan nos habla de la necesidad de afecto verdadero en un mundo impersonal.

Sanar la civilización. Un libro sobre la mente patriarcal, la denuncia más contundente de Claudio Naranjo hacia la sociedad occidental.

La raíz ignorada de los males del alma y del mundo. Claudio Naranjo profundiza en la raíz del mal patriarcal.

 

 

«Gurdjieff representa un desafío a la existencia tal como la conocemos»

Entrevista a Roger Lipsey, autor de Gurdjieff revelado,

por David Barba

Revelaciones inesperadas y un nuevo enfoque acerca del «Tigre del Turkestán»

El mitólogo e historiador Roger Lipsey firma la obra más ambiciosa hasta la fecha sobre el maestro esotérico fundamental de Occidente. Gurdjieff revelado conmemora el 70 aniversario de la muerte del maestro espiritual más importante del Occidente contemporáneo, y lo describe no sólo como una gran fuerza espiritual que rescató para nuestra cultura el antiguo y olvidado «conocimiento del ser», sino ante todo como un humanista radical y profundamente compasivo, capaz de reírse tanto de las acusaciones moralistas de sus detractores como de sí mismo. Gurdjieff revelado ofrece, además, nuevas anécdotas y testimonio orales, llena sus páginas de fuentes inéditas que sitúan la obra a medio camino entre el rigor del historiador y el relato apasionado de un biógrafo, y explora sobre el terreno las huellas de sus viajes formativos por Oriente, su famosa institución de enseñanza en Francia, el desarrollo de los movimientos y la música gurdieva y, sobre todo, la fascinante y constante evolución de Gurdjieff como maestro.

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¿Quién fue George Ivanovich Gurdjieff? ¿Por qué nos sigue fascinando su figura?

Gurdjieff puede ser entendido como un maestro muy original y como un traductor de ideas espirituales a nuestro lenguaje. Se asemeja a figuras como Marpa el Traductor, maestro de Milarepa, que llevó el budismo desde la India al Tíbet: Gurdjieff estaba hecho de la misma pasta y traducía las enseñanzas orientales en un todo integrado y comprensible para los buscadores occidentales. Sin embargo, sus ideas, su estilo de enseñanza y su personalidad eran completamente originales. Trajo las danzas sagradas a Occidente como una disciplina para el cultivo de la atención y para el desarrollo del ser humano de una forma integral, y compuso música con Thomas de Hartmann tanto para las danzas como para la pura escucha: una música de gran fuerza, belleza y contenido espiritual. Gurdjieff empleaba el método socrático: se reunía con sus estudiantes y dialogaba con ellos para transmitirles no solo ideas, sino una experiencia directa de despertar. Los libros que escribió, particularmente los Relatos de Belzebú a su nieto, son una fuente inagotable de información sobre la condición humana y sus más altas posibilidades de desarrollo, pero también una crítica implacable a la sociedad moderna y sus valores. En resumen, él hizo grandes regalos a la humanidad, siempre que seamos capaces de emplearlos adecuadamente.

Se ha dicho que Gurdjieff era un maestro, pero también que era un malvado y un depravado. Sin embargo, usted presenta a Gurdjieff como un hombre carismático y guasón, pero profundamente humano y compasivo.

El capítulo de Gurdjieff revelado que he titulado «Escarnio» habla —por primera vez en profundidad— de las severas críticas a las que fueron sometidos Gurdjieff y su enseñanza, especialmente tras su muerte en 1949. Pido a los lectores que lean este capítulo con atención. Gurdjieff no era un «malvado» y, desde luego, yo no habría dedicado más de medio siglo de mi vida al estudio y la práctica de las enseñanzas de un «monstruo». Gurdjieff podía ser duro con sus alumnos, como siempre lo fueron los maestros Zen, pero no de manera azarosa y jamás con crueldad. Solía decir que no se puede llegar al cielo con las botas puestas, con lo que significa que en el camino espiritual a veces hay que hacer sacrificios.

¿Por qué Gurdjieff sufrió tantas críticas y burlas de algunos académicos e intelectuales, especialmente de los católicos? ¿Acaso le tenían miedo?

Tengo amigos y compañeros en la enseñanza de Gurdjieff que son devotos católicos que van a la iglesia, y también religiosos judíos que van a la sinagoga. No hay una dificultad intrínseca en cultivar la enseñanza de Gurdjieff y profesar la fe en la que uno nace. Gurdjieff dijo que su enseñanza versa sobre «la capacidad de ser». Cristiano o judío o musulmán, no importa… La enseñanza de Gurdjieff es una forma de indagación y de autoindagación, así como de autoconfrontación, que reconocerían enseguida tanto los Padres y las Madres del Desierto como San Juan de la Cruz o el Maestro Eckhart. Pero los católicos franceses de mediados del siglo XX no comprendieron nada. Del mismo modo, la gran mayoría de los académicos (hasta el día de hoy) son sordos a su mensaje.

¿Y cuál es la razón?

La enseñanza de Gurdjieff conduce a la honestidad radical sobre lo que uno es, como un preludio necesario para desarrollar el refinamiento interno y la claridad que te permiten ser, al menos un poco, un verdadero servidor de Dios.

Si tuviera que elegir el regalo más importante de Gurdjieff al mundo, ¿cuál sería?

Como traductor espiritual, Gurdjieff tomó y reformuló muchas ideas y valores de las tradiciones religiosas cristianas y orientales; tomó el despertar del budismo; tomó el cultivo de la presencia de algunas escuelas del cristianismo ortodoxo; hablaba de identificación como una traducción de la idea del apego… Todas estas ideas, renovadas, forman parte de su legado (la renovación, no el reemplazo ni la copia, fue uno de los principales valores y motivos de Gurdjieff). Pero ¿cuáles fueron los mejores regalos que nos dejó? En primer lugar, la idea de que el ser humano puede trabajar sobre sí mismo. A continuación, su mapa de la naturaleza humana con siete centros, el papel rector de la atención, la relación entre la mente y el cuerpo, etc.

¿Por qué su libro revela a Gurdjieff? ¿Fue olvidado y acaso el mundo lo necesita más que nunca?

Ni su maestría ni su enseñanza han sido recibidas tan amplia y profundamente como se merecen. Y en efecto, ha sido olvidado en gran medida, a la vez que el mundo necesita más que nunca sus enseñanzas.

Pero las corrientes culturales que irrigan nuestro mundo no suelen avanzar en línea recta; a menudo se tiende a dejar de lado las ideas difíciles o que desafían nuestras certezas. ¿Hasta cuándo? Tal vez esto ya haya comenzado a cambiar.

Ha trabajado con nuevas fuentes, documentos inéditos, etc. Su libro es el mejor documentado sobre Gurdjieff. ¿Puede contarnos algo sobre las dificultades para investigar una vida tan compleja?

Releí toda la literatura existente sobre Gurdjieff durante un año sin escribir ni una palabra. Durante este tiempo, tuve acceso a una serie de archivos privados que me permitieron escribir un capítulo llamado «La Gran Oración», sobre cómo los alumnos de Gurdjieff superaron su muerte y establecieron el curso futuro de su enseñanza. Después de ese año de investigación, escribí durante otro año más repensando todo el material y sin dejar de descubrir constantemente nuevos archivos. Escribir es un proceso creativo: todo se completó al darle una forma, una voz y una sensación concreta a todos estos datos.

¿Qué puede hacer uno para empezar a cambiar algo en su vida siguiendo las ideas de Gurdjieff sobre la atención consciente?

Existen dos niveles de contacto con la vida, el legado y las enseñanzas de Gurdjieff. El primer nivel es accesible para cualquier lector razonablemente atento que esté dispuesto a sumergirse en la obra de Gurdjieff y en otros libros sobre sus enseñanzas, como mi libro Gurdjieff revelado, o como ¿Quién es usted, señor Gurdjieff?, de René Zuber, Dentro de la pregunta, de Henriette Lannes y, por supuesto, los Fragmentos de una enseñanza desconocida de Ouspensky. Este lector atento encontrará en estos libros una atmósfera especial que le conferirá una visión particular de la condición humana, así como una esperanza en su desarrollo y en su capacidad de esfuerzo. Como en todo microclima, estos oligoelementos son livianos, incluso invisibles, pero los inhalamos de todos modos. Y nos guían hacia el desarrollo de un punto de vista específico, de modo que uno se convierte en un discípulo indirecto de Gurdjieff y su enseñanza. Así, nos encontramos con conceptos como el desarrollo de la atención plena, de nuestra presencia en la tierra, de la lucha para no estar dormidos en vida, del autoconocimiento no por motivos egoístas, sino por el anhelo de ser más completa y verdaderamente humanos… todo esto se respira en la atmósfera generada por la literatura gurdieva, y todo es para bien. Hay, sin embargo, un segundo nivel, que es el de participación en una escuela de Gurdjieff; las hay en España, América Latina, América del Norte, en varios puntos de Europa e incluso en China e India. En una escuela válida (hay adulteraciones, ¡cuidado!), la enseñanza oral sigue viva y se comparte de manera gradual: trabajo en grupos, clases de Movimientos de Gurdjieff… La atmósfera es ahora incluso más rica, con muchos más elementos nutritivos en el aire. Gurdjieff esperaba que cada ciudad tuviera este tipo de «club especial» y, aunque todavía no hemos llegado a todas partes, hay muchos centros para el trabajo real sobre uno mismo, así como comunidades de buscadores, en muchas ciudades del mundo.

¿Cómo ha afectado el legado de Gurdjieff a nuestra cultura y sociedad? ¿Qué ha cambiado desde que apareció en Occidente?

Muchas de las ideas e incluso el lenguaje de Gurdjieff han entrado con fuerza en el ámbito de la espiritualidad y de la búsqueda de conciencia en nuestro tiempo. Es como si Gurdjieff flotara el ambiente sin que muchos lo sepan reconocer. Los viejos sabios que han estado transmitiendo la enseñanza de Gurdjieff por todo el mundo durante décadas se han comportado de un modo cuidadoso y tradicionalmente lento al sembrar semillas aquí y allá. No han querido apresurarse, tanto porque el legado de Gurdjieff representa un desafío humano a un nivel fundamental de la existencia tal y como la conocemos, como porque estos abuelos han preferido no entregar la enseñanza indiscriminadamente al mercado, ya que aún no ha sido bien comprendida y se la suele infravalorar.

¿Es por ello que ha querido revelarnos a Gurdjieff?

En efecto: esta condición desafiante es, en parte, la razón por la que escribí este libro. Gurdjieff fue un hombre único y extraordinario. También lo es la enseñanza que trajo a Occidente. Por ello, confío en que Gurdjieff revelado siente las bases nuevas y necesarias para que a Gurdjieff se lo llegue a apreciar en el mundo como merece. Y no solo eso: también espero que su lectura sea, para algunos lectores, la espoleta que les lleve a un compromiso con sus enseñanzas y con la transformación de la conciencia.

El mito de Orfeo, con Joan Garriga y Sergio Forgas

Conoce la profundidad y las complejas implicaciones mitológicas, psicológicas y arquetípicas del mito de Orfeo en relación con el amor, la creatividad, la preparación para morir, la reencarnación y el aliento de la vida.

El psicólogo Joan Garriga, el filósofo Sergio Forgas y el editor David Barba presentarán el libro de Ann Wroe Orfeo, la canción de la vida, y nos hablarán de las profundas implicaciones psicológicas, filosóficas, oníricas y espirituales de uno de los mitos más importantes de nuestra civilización, así como de sus Misterios y rituales de iniciación.

La figura de Orfeo ha fascinado a la humanidad durante casi tres milenios, convirtiéndose en el mito más complejo de nuestro pasado y en una fuente inagotable de misterio y significación. Mitad hombre, mitad dios, músico y mago, teólogo y trovador, poeta y amante, ni dioses ni hombres ni bestias podían resistirse al influjo de su canto. Su historia, entre la realidad y la leyenda, nunca nos ha abandonado. Puede que tan sólo sea un mito, pero la lira de Orfeo todavía se escucha, hipnotizando a las piedras, el agua y los seres vivos…

En este extraordinario ensayo poético, Ann Wroe sale en busca de Orfeo, de los bosques y montañas por los que caminó, de los escenarios históricos donde alumbró el orfismo; de sus pasos en la mar junto a los Argonautas, de su amor por Eurídice, de su descenso al Hades… Y oímos su lira tentando a Platón, tomando la mente de Jung, llenando a Rilke de poemas y a Cocteau de sueños surrealistas: aquí, Orfeo emerge de nuevo, no sólo como otra figura mítica, sino como la fuerza originaria de la creación.

«¿Existió Orfeo? Ann Wroe cree que sí, que aún sigue existiendo, y dedica esta biografía lírica a cualquiera que lo dude». The New Yorker

Día y hora: jueves 13 de junio a las 19.30
Lugar: Institut Gestalt, calle Verdi 94, Barcelona.
Entrada libre hasta completar aforo.

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